Deuteronomio  3, 5-8

todas ellas ciudades fortificadas, con altas murallas y portones con trancas; sin contar muchas otras aldeas pereceas º sin amurallar. Y las consagramos al exterminio º, igual que habíamos hecho con Sijón, rey de Jesbón, matando en cada ciudad a hombres, mujeres y niños; pero nos quedamos con los ganados y el despojo de las ciudades. Así fue como, en aquella ocasión, conquistamos el territorio de los dos reyes amorreos al otro lado del Jordán: desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón º
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