Hechos 9, 1-19

Pablo irrumpe en escena (9:1-31)

Encuentro de Pablo con Jesús

Entre tanto, Saulo *, que seguía respirando amenazas de muerte contra los discípulos º del Señor, se dirigió al sumo sacerdote º y le pidió cartas de presentación para las sinagogas de Damasco. Su intención era conducir presos a Jerusalén a cuantos seguidores del nuevo camino º del Señor encontrara, tanto hombres como mujeres. Se hallaba en ruta hacia Damasco, a punto ya de llegar, cuando de pronto un resplandor celestial lo deslumbró. Cayó a tierra y oyó una voz que decía: — Saúl *, Saúl, ¿por qué me persigues º? — ¿Quién eres, Señor? —preguntó Saulo—. — Soy Jesús, a quien tú persigues —respondió la voz—. º Anda, levántate y entra en la ciudad. Allí recibirás instrucciones sobre lo que debes hacer. Sus compañeros de viaje se habían quedado mudos de estupor. Oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, cuando abrió los ojos, no podía ver. Así que lo llevaron de la mano a Damasco, donde pasó tres días privado de la vista, sin comer y sin beber.

Saulo y Ananías

Residía en Damasco un discípulo llamado Ananías. En una visión oyó que el Señor lo llamaba: — ¡Ananías! — Aquí estoy, Señor —respondió—. El Señor le dijo: — Vete rápidamente a casa de Judas, en la calle Recta, y pregunta por un tal Saulo de Tarso º. Ahora está orando y acaba de tener una visión en la que un hombre llamado Ananías entra en su casa y le toca los ojos con las manos para que recobre la vista. º — Señor —contestó Ananías—, muchas personas me han hablado acerca de ese hombre y del daño que ha causado a tus fieles º en Jerusalén. º Y aquí mismo tiene plenos poderes de los jefes de los sacerdotes para prender a todos los que te invocan. — Tú vete —replicó el Señor—, porque he sido yo quien ha elegido a ese hombre como instrumento para que anuncie mi nombre a todas las naciones, a sus gobernantes y al pueblo de Israel. Yo mismo le mostraré lo que habrá de sufrir por mi causa. º Ananías partió inmediatamente y tan pronto como entró en la casa, tocó con sus manos los ojos de Saulo y le dijo: — Hermano Saulo, Jesús, el Señor, el mismo que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. De repente cayeron de sus ojos una especie de escamas y recuperó la vista. A continuación fue bautizado, º tomó alimento y recobró fuerzas.

Saulo proclama el mensaje en Damasco

Saulo se quedó algún tiempo con los discípulos º que residían en Damasco,
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