Jeremías  2, 1-9


Primeros sermones. Infidelidad de Israel.
Entonces me dirigió Yahvé la palabra en estos términos: Ve y grita a los oídos de Jerusalén:
Así dice Yahvé:
De ti recuerdo tu cariño juvenil,
el amor de tu noviazgo;
aquel seguirme tú por el desierto,
por la tierra no sembrada.
Consagrado a Yahvé estaba Israel,
primicias de su cosecha.
«Quienquiera que lo coma, será reo;
mal le sucederá»
—oráculo de Yahvé—.
Oíd la palabra de Yahvé, casa de Jacob,
y todas las familias de la casa de Israel.
Así dice Yahvé:
¿Qué encontraban vuestros padres en mí de torcido,
que se alejaron de mi vera,
y yendo en pos de la Vanidad
se hicieron vanos?
En cambio no dijeron: «¿Dónde está Yahvé,
que nos subió desde Egipto,
nos llevó por el desierto,
la estepa y la paramera,
por tierra seca y sombría,
una tierra intransitada
en donde nadie se asienta?»
Luego os traje a la tierra del vergel,
para comer sus deliciosos frutos.
Llegasteis y ensuciasteis mi tierra,
y pusisteis mi heredad asquerosa.
Los sacerdotes no se decían: «¿Dónde está Yahvé?»;
ni los peritos de la Ley me conocían;
y los pastores se rebelaron contra mí,
y los profetas profetizaban por Baal,
y en pos de los Inútiles andaban.
Por eso sigo litigando con vosotros
—oráculo de Yahvé—
y hasta con los hijos de vuestros hijos litigaré.
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