Job  16, 18-21

¡No cubras, tierra, mi sangre!
¡Que nada pare mis gritos!
Pues tengo en el cielo mi testigo,
mi defensor habita en lo alto,
que interpreta ante Dios mis pensamientos,
ante quien vierto mis lágrimas.
Que él juzgue entre el hombre y Dios,
como suele ocurrir entre mortales,
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