Sabiduría 14, 12-21


Origen del culto a los ídolos.
La invención de los ídolos fue el comienzo de la infidelidad,
y su descubrimiento, la corrupción de la vida.
Pero no existían desde el principio, ni existirán para siempre.
Entraron en el mundo por la vanidad de los hombres
y, por eso, su fin inmediato está decidido.
Un padre, afligido por un luto prematuro,
hace una imagen del hijo malogrado,
y al que ayer era hombre muerto, hoy lo honra como un dios
y encarga a sus subordinados misterios y ritos.
Luego la impía costumbre se consolida con el tiempo y se observa como ley.
Las estatuas también recibían culto por decreto de los soberanos.
Y, como la gente que vivía lejos no los podía venerar en persona,
representaban su figura lejana
haciendo una imagen visible del rey venerado,
para adular con fervor al ausente como si estuviera presente.
La ambición del artista contribuyó a extender este culto
incluso entre quienes no lo conocían;
pues éste, queriendo complacer seguramente al soberano,
alteró con su arte el parecido para embellecerlo,
y la multitud, seducida por el encanto de la obra,
tomó entonces por objeto de culto al que poco antes honraba como hombre.
Y esto se convirtió en trampa para los vivientes,
pues los hombres, esclavos de la desgracia o de la tiranía,
dieron el nombre incomunicable a piedras y maderos.
Ver contexto