Genesis 1, 1-1


I. Orígenes del mundo y de la humanidad
1. LA CREACIÓN Y LA CAÍDA
Primer relato de la creación.
En el principio creó Dios el cielo y la tierra. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; Dijo Dios: «Haya un firmamento por en medio de las aguas, que las aparte unas de otras.» Y llamó Dios a lo seco «tierra», y al conjunto de las aguas lo llamó «mar»; y vio Dios que estaba bien.
Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto según su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra.» Y así fue. La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla según sus especies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro según sus especies; y vio Dios que estaban bien. Hizo Dios los dos luceros mayores; el lucero grande para regir el día, y el lucero pequeño para regir la noche, y las estrellas; y para regir el día y la noche, y para apartar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien. Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo animal viviente que repta y que hacen bullir las aguas según sus especies, y todas las aves aladas según sus especies; y vio Dios que estaba bien; Y atardeció y amaneció: día quinto.
Hizo Dios las alimañas terrestres según especie, y las bestias según especie, y los reptiles del suelo según su especie: y vio Dios que estaba bien.
Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra.
Y los bendijo Dios con estas palabras: «Sed fecundos y multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que repta sobre la tierra.»
Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; os servirá de alimento.
y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor que hiciera. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había hecho.
Ésos fueron los orígenes del cielo y la tierra, cuando fueron creados.
La prueba de la libertad. El Paraíso.
El día en que hizo Yahvé Dios la tierra y el cielo, no había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna hierba del campo había germinado todavía, pues Yahvé Dios no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que labrara el suelo. Luego plantó Yahvé Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se repartía en cuatro brazos. Uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice. El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de Cus. El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates. Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase. Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.»
Dijo luego Yahvé Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» Y Yahvé Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, que se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahvé Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó:
«Esta vez sí que es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Ésta será llamada mujer,
porque del varón ha sido tomada.»

La caída.
La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?» Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a ambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y, cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos ceñidores.
Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Yahvé Dios por entre los árboles del jardín. Éste contestó: «Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido.» Él replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol del que te prohibí comer?» Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí.» Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Contestó la mujer: «La serpiente me sedujo, y comí.»
Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer,
maldito sea el suelo por tu causa:
con fatiga sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan,
hasta que vuelvas al suelo,
pues de él fuiste tomado.
Porque eres polvo y al polvo tornarás.»
Y dijo Yahvé Dios: «¡Resulta que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre.» Y lo echó Yahvé Dios del jardín de Edén, para que labrase el suelo de donde había sido tomado. Tras expulsar al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.

Caín y Abel.
Conoció el hombre a Eva, su mujer, que concibió y dio a luz a Caín, y dijo: «He adquirido un varón con el favor de Yahvé.» Yahvé dijo a Caín: «¿Por qué andas irritado, y por qué se ha abatido tu rostro? ¿No es cierto que si obras bien podrás alzarlo? Mas, si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar.» Replicó Yahvé: «¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra.» Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará.» Yahvé le respondió: «Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces.» Y Yahvé puso una señal a Caín para que nadie que lo encontrase lo atacara.
Descendencia de Caín.
Conoció Caín a su mujer, que concibió y dio a luz a Henoc. Estaba construyendo una ciudad, y la llamó Henoc, como el nombre de su hijo. Adá dio a luz a Yabal, que vino a ser padre de los que habitan en tiendas y crían ganado. Dijo Lámec a sus mujeres:
«Adá y Silá, oíd mi voz;
mujeres de Lámec, escuchad mi palabra:
Yo maté a un hombre por una herida que me hizo
y a un muchacho por un cardenal que recibí.

Set y sus descendientes.
Adán conoció otra vez a su mujer, que dio a luz un hijo, al que puso por nombre Set, diciendo: «Dios me ha otorgado otro descendiente en lugar de Abel, porque le mató Caín.» También a Set le nació un hijo, al que puso por nombre Enós. Éste fue el primero en invocar el nombre de Yahvé.

Los patriarcas antediluvianos.
Ésta es la lista de los descendientes de Adán:
El día en que Dios creó a Adán, lo hizo a imagen de Dios. Tenía Adán ciento treinta años cuando engendró un hijo a su semejanza, según su imagen, a quien puso por nombre Set. Enós tenía noventa años cuando engendró a Quenán. Vivió Enós, después de engendrar a Quenán, ochocientos quince años, y engendró hijos e hijas. Quenán tenía setenta años cuando engendró a Mahalalel. Vivió Quenán, después de engendrar a Mahalalel, ochocientos cuarenta años, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Quenán fue de novecientos diez años, y murió.
Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó.
y le puso por nombre Noé, diciendo: «Éste nos consolará de nuestros afanes y de la fatiga de nuestras manos, por causa del suelo que maldijo Yahvé.» Vivió Lámec, después de engendrar a Noé, quinientos noventa y cinco años, y engendró hijos e hijas. Era Noé de quinientos años cuando engendró a Sem, a Cam y a Jafet.

Los hijos de Dios y las hijas de los hombres.
Cuando la humanidad comenzó a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, vieron los hijos de Dios que las hijas de los hombres les venían bien, y tomaron por mujeres a las que preferían de entre todas ellas. Entonces dijo Yahvé: «No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años.» Los nefilim existían en la tierra por aquel entonces (y también después), cuando los hijos de Dios se unían a las hijas de los hombres y ellas les daban hijos: éstos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos.

2. EL DILUVIO
Corrupción de la humanidad.
Viendo Yahvé que la maldad del hombre cundía en la tierra y que todos los pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, Y dijo Yahvé: «Voy a exterminar de sobre la faz del suelo al hombre que he creado —desde el hombre hasta los ganados, los reptiles, y hasta las aves del cielo—, porque me pesa haberlos hecho.» Dios miró a la tierra y vio que estaba viciada, porque toda carne tenía una conducta viciosa sobre la tierra.

Preparativos para el diluvio.
Dijo, pues, Dios a Noé: «He decidido acabar con todo viviente, porque la tierra está llena de violencias por culpa de ellos. Por eso, he decidido exterminarlos de la tierra. «Por mi parte, voy a traer el diluvio, las aguas sobre la tierra, para exterminar todo viviente que tiene hálito de vida bajo el cielo: todo cuanto existe en la tierra perecerá. Y de todo ser viviente meterás en el arca una pareja para que sobrevivan contigo. Serán macho y hembra. Tú mismo procúrate toda suerte de víveres y hazte acopio para que os sirvan de comida a ti y a ellos.» Así lo hizo Noé y ejecutó todo lo que le había mandado Dios.
Yahvé dijo a Noé: «Entra en el arca tú y toda tu familia, porque tú eres el único justo que he visto en esta generación. De todos los animales puros tomarás para ti siete parejas, el macho con su hembra, y de todos los animales que no son puros, una pareja, el macho con su hembra. (Asimismo de las aves del cielo, siete parejas, machos y hembras) para que sobreviva la casta sobre la faz de toda la tierra. Porque dentro de siete días haré llover sobre la tierra durante cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de sobre la faz del suelo todos los seres que hice.» Y Noé ejecutó todo lo que le había mandado Yahvé.
(De los animales puros, y de los animales que no son puros, y de las aves, y de todo lo que repta, En aquel mismo día entró Noé en el arca, como también los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, y la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos; y con ellos los animales de cada especie, los ganados de cada especie, los reptiles de cada especie que reptan sobre la tierra, y las aves de cada especie: toda clase de pájaros y seres alados; entraron con Noé en el arca sendas parejas de todos los vivientes en los que hay aliento de vida, y los que iban entrando eran macho y hembra de cada especie, como Dios se lo había mandado.
Y Yahvé cerró la puerta detrás de Noé.

La inundación.
El diluvio duró cuarenta días sobre la tierra. Crecieron las aguas y levantaron el arca, que se alzó de encima de la tierra. Subió el nivel de las aguas mucho, muchísimo sobre la tierra, y quedaron cubiertos los montes más altos que hay debajo del cielo. Quince codos por encima subió el nivel de las aguas, quedando cubiertos los montes. Pereció toda carne: lo que repta por la tierra, junto con aves, ganados, animales y todo lo que pulula sobre la tierra, y toda la humanidad. Yahvé exterminó todo ser que había sobre la faz del suelo, desde el hombre hasta los ganados, hasta los reptiles y hasta las aves del cielo: todos fueron exterminados de la tierra, quedando sólo Noé y los que con él estaban en el arca.
Retroceden las aguas.
Acordóse Dios de Noé y de todos los animales y de los ganados que con él estaban en el arca. Dios hizo pasar un viento sobre la tierra y las aguas decrecieron. Al cabo de cuarenta días, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca y soltó al cuervo, el cual estuvo saliendo y retornando hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. La paloma, no hallando donde posar el pie, tornó donde él, al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra; y alargando él su mano, la tomó y la metió consigo en el arca. La paloma vino al atardecer trayendo en el pico un ramo verde de olivo, por donde conoció Noé que habían disminuido las aguas de encima de la tierra. Aún esperó otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió donde él.
El año seiscientos uno de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra.
Noé retiró la cubierta del arca, miró y vio que estaba seca la superficie del suelo.
En el segundo mes, el día veintisiete del mes, quedó seca la tierra.

Noé sale del arca.
Habló entonces Dios a Noé en estos términos: Saca contigo todos los animales de toda especie que te acompañan, aves, ganados y todos los reptiles que reptan sobre la tierra. Que pululen sobre la tierra y sean fecundos y se multipliquen sobre la tierra.» Todos los animales, todos los ganados, todas las aves y todos los reptiles que reptan sobre la tierra salieron por familias del arca.
Al aspirar Yahvé el calmante aroma, dijo en su corazón: «Nunca más volveré a maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho.

El orden nuevo del mundo.
Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra. Infundiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra disposición. Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde. Quien vertiere sangre de hombre,
por otro hombre será su sangre vertida,
porque a imagen de Dios
hizo Él al hombre.
y con todo ser vivo que os acompaña: las aves, los ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido del arca, todos los animales de la tierra. Establezco mi alianza con vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada la vida por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.»
Dijo Dios: «Ésta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y todo ser vivo que os acompaña: Pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra. y me acordaré de la alianza que media entre yo y vosotros y todo ser vivo, y no habrá más aguas diluviales para exterminar la vida. Pues en cuanto esté el arco en las nubes, yo lo veré para recordar la alianza perpetua entre Dios y todo ser vivo, toda la vida que existe sobre la tierra.»
Y dijo Dios a Noé: «Ésta es la señal de la alianza que he establecido entre yo y toda la vida que existe sobre la tierra.»

3. DESDE EL DILUVIO HASTA ABRAHÁN
Noé y sus hijos.
Los hijos de Noé que salieron del arca eran Sem, Cam y Jafet. Cam es el padre de Canaán. Bebió del vino, se embriagó y quedó desnudo en medio de su tienda. Cuando despertó Noé de su embriaguez y supo lo que había hecho con él su hijo menor,
La tierra se repuebla.
Ésta es la descendencia de los hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, a quienes les nacieron hijos después del diluvio:
Hijos de Gómer: Asquenaz, Rifat, Togarmá. Hijos de Yaván: Elisá, Tarsis, los queteos y los rodenses. Cus engendró a Nemrod, que fue el primero que se hizo prepotente en la tierra. De aquella tierra procedía Asur, que edificó Nínive, Rejobot Ir, Cálaj y Resen, entre Nínive y Cálaj (aquella es la Gran Ciudad).
al jivita, al arquita, al sinita, A Héber le nacieron dos hijos: el nombre de uno fue Péleg, porque en sus días fue divida la tierra. Su hermano se llamaba Yoctán. Hasta aquí los linajes de los hijos de Noé, según su origen y sus naciones. Y a partir de ellos se dispersaron los pueblos por la tierra después del diluvio.

La torre de Babel.
Todo el mundo era de un mismo lenguaje e idénticas palabras. Bajó Yahvé a ver la ciudad y la torre que habían edificado los humanos, Bajemos, pues, y, una vez allí, confundamos su lenguaje, de modo que no se entiendan entre sí.» Y desde aquel punto los desperdigó Yahvé por toda la faz de la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por eso se la llamó Babel, porque allí embrolló Yahvé el lenguaje de todo el mundo, y desde allí los desperdigó Yahvé por toda la faz de la tierra.

Patriarcas posdiluvianos.
Éstos son los descendientes de Sem:
Sem tenía cien años cuando engendró a Arfacsad, dos años después del diluvio. Vivió Sem, después de engendrar a Arfacsad, quinientos años, y engendró hijos e hijas.

Descendencia de Téraj.
Éstos son los descendientes de Téraj:
Téraj engendró a Abrán, a Najor y a Harán. Harán engendró a Lot.
II. Historia de Abrahán
Vocación de Abrahán.
Yahvé dijo a Abrán: «Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré. Bendeciré a quienes te bendigan
y maldeciré a quienes te maldigan.
Por ti se bendecirán
todos los linajes de la tierra.»
Tomó Abrán a Saray, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano, con toda la hacienda que habían logrado y el personal que habían adquirido en Jarán, y salieron para dirigirse a Canaán.
Llegaron a Canaán, y Abrán atravesó el país hasta el lugar sagrado de Siquén, hasta la encina de Moré. Por entonces estaban los cananeos en el país. Yahvé se apareció a Abrán y le dijo: «A tu descendencia he de dar esta tierra.» Entonces él edificó allí un altar a Yahvé que se le había aparecido.
Abrahán en Egipto.
Hubo hambre en el país, y Abrán bajó a Egipto a pasar allí una temporada, pues el hambre abrumaba al país. Estando ya próximo a entrar en Egipto, dijo a su mujer Saray: «Mira, yo sé que eres mujer hermosa. Di, por favor, que eres mi hermana, a fin de que me vaya bien por causa tuya, y viva yo gracias a ti.» Efectivamente, cuando Abrán entró en Egipto, vieron los egipcios que la mujer era muy hermosa. La vieron los oficiales del faraón, que se la ponderaron, y la mujer fue llevada al palacio del faraón. Éste trató bien por causa de ella a Abrán, que tuvo ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos. Entonces el faraón llamó a Abrán y le dijo: «¿Qué has hecho commigo? ¿Por qué no me avisaste de que era tu mujer? ¿Por qué dijiste: “Es mi hermana”, de manera que yo la tomé por mujer? Ahora, pues, aquí tienes a tu mujer: tómala y vete.» Y el faraón ordenó a unos cuantos hombres que le despidieran con su mujer y todo lo suyo.

Separación de Abrahán y Lot.
De Egipto subió Abrán al Negueb, junto con su mujer y todo lo suyo, y acompañado de Lot. También Lot, que iba con Abrán, tenía ovejas, vacadas y tiendas. Ya la tierra no les permitía vivir juntos, porque su hacienda se había multiplicado, de modo que no podían vivir juntos. ¿No tienes todo el país por delante? Pues bien, apártate de mi lado. Si tomas por la izquierda, yo iré por la derecha; y si tú por la derecha, yo por la izquierda.»
Dijo Yahvé a Abrán, después que Lot se separó de él: «Alza tus ojos y mira desde el lugar en donde estás hacia el norte, el mediodía, el oriente y el poniente. Pues bien, toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia por siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: tal que si alguien puede contar el polvo de la tierra, también podrá contar tu descendencia. Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, porque a ti te lo he de dar.» Y Abrán vino a establecerse con sus tiendas junto a la encina de Mambré, que está en Hebrón, y edificó allí un altar a Yahvé.

La campaña de los cuatro grandes reyes.
Aconteció en los días de Anrafel, rey de Senaar, de Arioc, rey de Elasar, de Quedorlaomer, rey de Elam, y de Tidal, rey de Goin, que éstos hicieron guerra a Berá, rey de Sodoma, a Birsá, rey de Gomorra, a Sinab, rey de Admá, a Semeber, rey de Seboín, y al rey de Belá (o sea, Soar).
Doce años habían servido a Quedorlaomer, pero el año trece se rebelaron. Vinieron, pues, en el año catorce Quedorlaomer y los reyes que estaban por él, y derrotaron a los refaítas en Asterot Carnáin, a los zuzíes en Ham, a los emitas en la llanura de Quiriatáin, y a los joritas en las montañas de Seír hasta El Parán, que está frente al desierto. De vuelta, llegaron a En Mispat (o sea, Cades), y batieron todo el territorio de los amalecitas, y también a los amorreos que habitaban en Jasasón Tamar. a Quedorlaomer, rey de Elam, a Tidal, rey de Goin, a Anrafel, rey de Senaar, y a Arioc, rey de Elasar: cuatro reyes contra cinco. Un evadido vino a avisar a Abrán el hebreo, que habitaba junto a la encina de Mambré el amorreo, hermano de Escol y de Aner, aliados a su vez de Abrán. Al oír Abrán que su hermano había sido hecho cautivo, movilizó la tropa de gente nacida en su casa, en número de trescientos dieciocho, y persiguió a aquéllos hasta Dan. Y cayendo él y sus siervos sobre ellos por la noche, los derrotó, y los persiguió hasta Jobá, que está al norte de Damasco;
Melquisedec.
A su regreso después de batir a Quedorlaomer y a los reyes que con él estaban, le salió al encuentro el rey de Sodoma en el valle de Savé (o sea, el valle del Rey). Entonces Melquisedec, rey de Salem, presentó pan y vino, pues era sacerdote del Dios Altísimo, y bendito sea el Dios Altísimo,
que entregó a tus enemigos en tus manos!»
Y Abrán le dio el diezmo de todo.
Dijo luego el rey de Sodoma a Abrán: «Dame las personas, y quédate con la hacienda.» ni un hilo, ni la correa de un zapato, ni nada de lo tuyo tomaré, y así no dirás: “Yo he enriquecido a Abrán.” Nada en absoluto, salvo lo que han comido los mozos y la parte de los hombres que fueron conmigo: Aner, Escol y Mambré. Ellos que tomen su parte.»

Las promesas divinas y la alianza.
Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Yahvé a Abrán en visión, en estos términos:
«No temas, Abrán. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande.»
Dijo Abrán: «Mi Señor, Yahvé, ¿qué me vas a dar, si me voy sin hijos...?.» Pero Yahvé le dijo: «No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas.» Y le dijo: «Yo soy Yahvé, que te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra en propiedad.» Él dijo: «Mi Señor, Yahvé, ¿en qué conoceré que ha de ser mía?» Yahvé dijo a Abrán: «Has de saber que tus descendientes serán forasteros en tierra extraña. Los esclavizarán y oprimirán durante cuatrocientos años. Pero yo a mi vez juzgaré a la nación a quien sirvan; y luego saldrán con gran hacienda. Y a la cuarta generación volverán ellos acá; porque hasta entonces no se habrá colmado la maldad de los amorreos.»
Y, puesto ya el sol, surgió en medio de densas tinieblas un horno humeante y una antorcha de fuego que pasó por entre aquellos animales partidos. Aquel día hizo Yahvé una alianza con Abrán en estos términos:
«Voy a dar a tu descendencia esta tierra, desde el río de Egipto hasta el Río Grande, el río Éufrates: los quenitas, quenizitas, cadmonitas,
Nacimiento de Ismael.
Saray, mujer de Abrán, no le daba hijos. Pero tenía una esclava egipcia, que se llamaba Agar, y dijo Saray a Abrán: «Mira, Yahvé me ha hecho estéril. Llégate, pues, te ruego, a mi esclava. Quizá podré tener hijos de ella.» Abrán escuchó el consejo de Saray.
Se llegó, pues, él a Agar, que concibió. Pero luego, al verse ella encinta, miraba a su señora con desprecio. La encontró el Ángel de Yahvé junto a una fuente que manaba en el desierto —la fuente que hay en el camino de Sur— Y dijo el Ángel de Yahvé: «Multiplicaré de tal modo tu descendencia, que por su gran multitud no podrá contarse.» Añadió el Ángel de Yahvé:
Sábete que has concebido y que darás a luz un hijo,
al que llamarás Ismael,
porque Yahvé ha oído tu aflicción.
Dio Agar a Yahvé, que le había hablado, el nombre de «Tú eres El Roí», pues dijo: «¿Si será que he llegado a ver aquí las espaldas de aquel que me ve?» Por eso se llamó aquel pozo «Pozo de Lajay Roí». Está entre Cades y Béred.
Agar dio a luz un hijo a Abrán, y éste llamó al hijo que Agar le había dado Ismael.
La alianza y la circuncisión.
Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció Yahvé y le dijo:
«Yo soy El Sadday, anda en mi presencia y sé perfecto. No te llamarás más Abrán, sino que tu nombre será Abrahán, pues te he constituido padre de muchedumbre de pueblos. Te daré a ti y a tu posteridad la tierra en la que andas como peregrino, todo el país de Canaán, en posesión perpetua, y yo seré el Dios de los tuyos.»
Ésta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros —también tu posteridad—: Todos vuestros varones serán circuncidados. A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón, de generación en generación, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extraño que no sea de tu raza. Deben ser circuncidados el nacido en tu casa y el comprado con tu dinero, de modo que mi alianza esté en vuestra carne como alianza eterna. El incircunciso, el varón a quien no se le circuncide la carne de su prepucio, será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza.
Dijo Dios a Abrahán: «A Saray, tu mujer, no la llamarás más Saray, sino que su nombre será Sara. Pero mi alianza la estableceré con Isaac, el que Sara te dará a luz el año que viene por este tiempo.» Tomó entonces Abrahán a su hijo Ismael, a todos los nacidos en su casa y a todos los comprados con su dinero —a todos los varones de la casa de Abrahán— y aquel mismo día les circuncidó la carne del prepucio, como Dios le había mandado.
La teofanía de Mambré.
Se le apareció Yahvé en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y vio que había tres individuos parados a su vera. Inmediatamente acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, se postró en tierra Que traigan un poco de agua, os laváis los pies y os recostáis bajo este árbol, que yo iré a traer un bocado de pan, y repondréis fuerzas. Luego pasaréis adelante, que para eso habéis acertado a pasar a la vera de este servidor vuestro.» Dijeron ellos: «Hazlo como has dicho.»
Abrahán, por su parte, acudió a la vacada, apartó un becerro tierno y hermoso y se lo entregó al mozo, que se apresuró a aderezarlo. Luego tomó cuajada y leche, junto con el becerro que había aderezado, y se lo presentó, manteniéndose en pie delante de ellos bajo el árbol. Así que hubieron comido, Dijo entonces aquél: «Volveré sin falta a ti pasado el tiempo de un embarazo, y para entonces tu mujer Sara tendrá un hijo.» Sara lo estaba oyendo a la entrada de la tienda, a sus espaldas. Así que Sara rió para sus adentros y pensó: «Ahora que estoy pasada, ¿sentiré el placer, y además con mi marido viejo?».
Dijo Yahvé a Abrahán: «¿Por qué se ha reído Sara, pensando: “¡Seguro que voy a parir ahora de vieja!”? Sara negó: «No me he reído», y es que tuvo miedo. Pero aquél dijo: «No digas eso, que sí te has reído.»

Intercesión de Abrahán.
Partieron de allí aquellos hombres en dirección a Sodoma, y Abrahán los acompañó de despedida. Dijo entonces Yahvé: «¿Cómo voy a ocultar a Abrahán lo que voy a hacer, siendo así que Abrahán ha de ser un pueblo grande y poderoso, y se bendecirán por él los pueblos todos de la tierra? Porque yo le conozco y sé que mandará a sus hijos y a su descendencia que guarden el camino de Yahvé, practicando la justicia y el derecho, de modo que pueda concederle Yahvé a Abrahán lo que le tiene apalabrado.» Así que voy a bajar personalmente, a ver si lo que han hecho responde en todo al clamor que ha llegado hasta mí, y si no, he de saberlo.»
Partieron de allí aquellos individuos camino de Sodoma, en tanto que Abrahán permanecía parado delante de Yahvé.
Abrahán le abordó y le dijo: «¿Así que vas a borrar al justo con el malvado? Tal vez haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Vas a borrarlos sin perdonar a aquel lugar por los cincuenta justos que hubiere dentro? Tú no puedes hacer tal cosa: dejar morir al justo con el malvado, y que corran parejas el uno con el otro. Tú no puedes. El juez de toda la tierra ¿va a fallar una injusticia?» Dijo Yahvé: «Si encuentro en Sodoma a cincuenta justos en la ciudad perdonaré a todo el lugar por amor de aquéllos.» Replicó Abrahán: «¡Mira que soy atrevido de interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza! Supón que los cincuenta justos fallen por cinco. ¿Destruirías por los cinco a toda la ciudad?» Dijo: «No la destruiré, si encuentro allí a cuarenta y cinco.» Insistió todavía: «Supón que se encuentran allí cuarenta.» Respondió: «Tampoco lo haría, en atención de esos cuarenta.» Volvió a decirle: «¡Cuidado que soy atrevido de interpelar a mi Señor! ¿Y si se hallaren allí veinte?» Respondió: «Tampoco los destruiría en atención a los veinte.» Insistió: «Vaya, no se enfade mi Señor, que ya sólo hablaré esta vez: “¿Y si se encuentran allí diez?”» Dijo: «Tampoco los destruiría, en atención a los diez.»
Partió Yahvé así que hubo acabado de conversar con Abrahán, y éste se volvió a su lugar.

Destrucción de Sodoma y Gomorra.
Los dos ángeles llegaron a Sodoma por la tarde. Lot estaba sentado a la puerta de Sodoma. Al verlos, Lot se levantó a su encuentro y, postrándose rostro en tierra, dijo: «Os ruego, señores, que vengáis a la casa de este servidor vuestro. Hacéis noche, os laváis los pies, y de madrugada seguiréis vuestro camino.» Ellos dijeron: «No; haremos noche en la plaza.» Pero tanto porfió con ellos, que al fin se hospedaron en su casa. Él les preparó una comida cociendo unos panes cenceños y comieron.
Llamaron a voces a Lot y le dijeron: «¿Dónde están los hombres que han venido adonde ti esta noche? Sácalos, para que abusemos de ellos.»
Mirad, aquí tengo dos hijas que aún no han conocido varón. Os las sacaré y haced con ellas como bien os parezca; pero a estos hombres no les hagáis nada, que para eso han venido al amparo de mi techo.» Pero ellos respondieron: «¡Venga ya! Uno que ha venido a avecindarse, ¿va a meterse a juez? Ahora te trataremos a ti peor que a ellos.» Y forcejearon con él, con Lot, de tal modo que estaban a punto de romper la puerta. y a los hombres que estaban a la entrada de la casa los dejaron deslumbrados desde el chico hasta el grande, y mal se vieron para encontrar la puerta.
Los hombres dijeron a Lot: «¿A quién más tienes aquí? Saca de este lugar a tus hijos e hijas y a quienquiera que tengas en la ciudad, porque vamos a destruir este lugar, que es grave la queja que contra ellos ha llegado a Yahvé, y Yahvé nos ha enviado a destruirlos.» Salió Lot y habló con sus yernos, los prometidos de sus hijas: «Levantaos, dijo; salid de este lugar, porque Yahvé va a destruir la ciudad.» Pero sus yernos le tomaron a broma.
Al rayar el alba, los ángeles apremiaron a Lot diciendo: «Levántate, toma a tu mujer y a tus dos hijas que se encuentran aquí, no vayas a ser barrido por culpa de la ciudad.» Y como él remoloneaba, los hombres le asieron de la mano lo mismo que a su mujer y a sus dos hijas por compasión de Yahvé hacia él, y, sacándolo, lo dejaron fuera de la ciudad.
Ya que este servidor tuyo te ha caído en gracia, y me has hecho el gran favor de dejarme con vida, mira que no puedo escaparme al monte sin riesgo de que me alcance el daño y la muerte. Ahí cerquita está esa ciudad a donde huir. Es una pequeñez. ¡Mira, voy a escaparme allá —¿verdad que es una pequeñez?— y quedaré con vida!» Díjole: «Bien, te concedo también eso de no arrasar la ciudad que has dicho. Listo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no entres allí.» Por eso se llamó aquella ciudad Soar.
Y arrasó aquellas ciudades y toda la redonda con todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo. Dirigió la vista en dirección de Sodoma y Gomorra y de toda la región de la redonda, y, al mirar, vio que subía de la tierra una humareda como la de una fogata.
Así pues, cuando Dios destruyó las ciudades de la redonda, se acordó de Abrahán y puso a Lot a salvo de la catástrofe, cuando arrasó las ciudades en que Lot habitaba.

Origen de los moabitas y amonitas.
Subió Lot desde Soar y se quedó a vivir en el monte con sus dos hijas, temeroso de vivir en Soar. Él y sus dos hijas se instalaron en una cueva.
La mayor dijo a la pequeña: «Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras, como se hace en todo el mundo. En efecto, aquella misma noche dieron vino a su padre; entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se enterase de cuándo se acostó ni cuándo se levantó. Al día siguiente dijo la mayor a la pequeña: «Mira, yo me he acostado anoche con mi padre. Vamos a darle vino también esta noche, y entras tú a acostarte con él, y así engendraremos de nuestro padre descendencia.» Dieron, pues, también aquella noche vino a su padre, y la pequeña se acostó con él, sin que él se enterase de cuándo se acostó ni cuándo se levantó. Las dos hijas de Lot quedaron encinta de su padre. La pequeña también dio a luz un hijo, y lo llamó Ben Amí: es el padre de los actuales amonitas.

Abrahán en Guerar.
Abrahán se trasladó de allí al país del Negueb, y se estableció entre Cades y Sur. Una vez avecindado en Guerar, Pero vino Dios a Abimélec en un sueño nocturno y le dijo: «Date muerto por esa mujer que has tomado, pues está casada.» Abimélec, que no se había acercado a ella, dijo: «Señor, ¿es que asesinas a la gente aunque sea honrada? Le dijo Dios en el sueño: «También yo sé que has procedido con corazón íntegro, como que yo mismo te he estorbado de faltar contra mí. Por eso no te he dejado tocarla. Pero ahora devuelve la mujer a ese hombre, porque es un profeta; él rogará por ti para que vivas. Pero si no la devuelves, sábete que morirás sin remedio, tú y todos los tuyos.»
Luego llamó Abimélec a Abrahán y le dijo: «¿Qué has hecho con nosotros, o en qué te he faltado, para que trajeras sobre mí y mi reino una falta tan grande? Lo que has hecho conmigo no se hace.» Y añadió Abimélec a Abrahán: «¿Qué te ha movido a hacer esto?» Contestó Abrahán: «Es que me dije: “Seguramente no hay temor de Dios en este lugar, y van a asesinarme por mi mujer.” Pero es que, además, es cierto que es hermana mía, hija de mi padre, aunque no de mi madre, y vino a ser mi mujer. Y desde que Dios me hizo vagar lejos de mi familia, le dije a ella: Vas a hacerme este favor: allá donde lleguemos dirás que soy tu hermano.»
Después dijo Abimélec: «Ahí tienes mi país por delante: quédate donde se te antoje.» A Sara le dijo: «Mira, he dado a tu hermano mil monedas de plata, que serán para ti y para los que están contigo como venda en los ojos, y de todo esto serás justificada.» Abrahán rogó a Dios, que curó a Abimélec, a su mujer y a sus concubinas, que tuvieron hijos;
Nacimiento de Isaac.
Yahvé visitó a Sara como había dicho, e hizo por ella lo que había prometido. Abrahán puso al hijo que le había nacido y que le trajo Sara el nombre de Isaac. Dijo Sara: «Dios me ha dado de qué reír; todo el que lo oiga reirá conmigo.» Y añadió:
«¿Quién le habría dicho a Abrahán
que Sara amamantaría hijos?;
pues bien, yo le he dado un hijo en su vejez.»

Expulsión de Agar e Ismael.
Creció el niño y fue destetado, y Abrahán hizo un gran banquete el día que destetaron a Isaac. Cuando vio Sara al hijo que Agar la egipcia había dado a Abrahán jugando con su hijo Isaac, pero Dios dijo a Abrahán: «No lo sientas ni por el chico ni por tu criada. Haz caso a Sara en todo lo que te dice, pues, aunque en virtud de Isaac llevará tu nombre una descendencia, y ella misma fue a sentarse enfrente, a distancia como de un tiro de arco, pues pensaba: «No quiero ver morir al niño.» Sentada, pues, enfrente, se puso a llorar a gritos.
Oyó Dios la voz del chico; el Ángel de Dios llamó a Agar desde los cielos y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del chico en donde está. ¡Arriba!, levanta al chico y tenle de la mano, porque he de convertirle en una gran nación.» Dios asistió al chico, que se hizo mayor y vivía en el desierto, y llegó a ser un gran arquero.
Abrahán y Abimélec en Berseba.
Sucedió por aquel tiempo que Abimélec, junto con Picol, capitán de su tropa, dijo a Abrahán: «Dios está contigo en todo lo que haces. Ahora, pues, júrame por Dios aquí mismo sin mentir, y tanto a mí como a mis hijos y a mis nietos, que la misma benevolencia que he mostrado contigo, la tendrás tú conmigo y con el país donde te hemos recibido como huésped.» Entonces Abrahán se quejó a Abimélec con motivo de un pozo que habían usurpado los súbditos de Abimélec. Dijo éste: «No sé quién ha hecho eso. Ni tú me lo habías notificado, ni yo había oído nada hasta hoy.» Dijo Abimélec a Abrahán: «¿Para qué son esas siete corderas que has apartado?» Contestó: «Estas siete corderas las vas a aceptar de mi mano, para que me sirvan de testimonio de que yo he excavado este pozo.» Por eso se llamó a aquel lugar Berseba, porque allí juraron ambos.

Sacrificio de Abrahán.
Después de estas cosas, Dios tentó a Abrahán. Le dijo: «¡Abrahán, Abrahán!» Él respondió: «Aquí estoy.» Después añadió: «Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécelo allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga.»
Abrahán se levantó de madrugada, aparejó su asno y tomó consigo a dos mozos y a su hijo Isaac. Partió la leña del holocausto y se puso en marcha hacia el lugar que le había dicho Dios. Entonces dijo Abrahán a sus mozos: «Quedaos aquí con el asno. Yo y el muchacho iremos hasta allí, haremos adoración y volveremos donde vosotros.»
Dijo Isaac a su padre Abrahán: «¡Padre!» Respondió: «¿Qué hay, hijo?» —«Aquí está el fuego y la leña, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?» Llegados al lugar que le había dicho Dios, construyó allí Abrahán el altar y dispuso la leña; luego ató a Isaac, su hijo, y lo puso sobre el ara, encima de la leña. Entonces le llamó el Ángel de Yahvé desde el cielo diciendo: «¡Abrahán, Abrahán!» Él dijo: «Aquí estoy.» Continuó el Ángel: «No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu hijo, tu único.»
Abrahán llamó a aquel lugar «Yahvé provee», de donde se dice hoy en día: «En el monte “Yahvé se aparece”.»
y le dijo: «Por mí mismo juro, oráculo de Yahvé, que por haber hecho esto, por no haberme negado tu hijo, tu único, Volvió Abrahán al lado de sus mozos y emprendieron la marcha juntos hacia Berseba. Y Abrahán se quedó en Berseba.

Descendencia de Najor.
Después de estas cosas, se anunció a Abrahán: «También Milcá ha dado hijos a tu hermano Najor: Us, su primogénito; Buz, hermano del anterior, y Quemel, padre de Aram, Quésed, Jazó, Pildás, Yidlaf y Betuel.»
La tumba de los Patriarcas.
Sara vivió ciento veintisiete años. Murió Sara en Quiriat Arbá —que es Hebrón— en el país de Canaán, y Abrahán hizo duelo por Sara y la lloró.
«Yo soy un simple forastero que reside entre vosotros. Dadme una propiedad sepulcral entre vosotros, para retirar y sepultar a mi difunta.» «A ver si nos entendemos, señor; tú eres un prestigioso jeque entre nosotros. Sepulta a tu difunta en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros te negará su sepulcro, para que entierres a tu difunta.»
y les habló en estos términos: «Si estáis de acuerdo con que yo retire y sepulte a mi difunta, escuchadme e interceded por mí ante Efrón, hijo de Sójar, para que me dé la cueva de Macpelá, que es suya y que está al borde de su finca. Que me la dé por lo que valga en propiedad sepulcral entre vosotros.» Efrón estaba sentado entre los hijos de Het. Respondió, pues, Efrón el hitita a Abrahán, teniendo como testigos a los hijos de Het y a todos los que entraban por la puerta de la ciudad: «No, señor, escúchame: te doy la finca y te doy también la cueva que hay en ella. Te la doy en presencia de los hijos de mi pueblo; sepulta a tu difunta.»
«Señor mío, escúchame: Cuatrocientos siclos de plata por un terreno, ¿qué nos suponen a ti y a mí? Sepulta a tu difunta.» Abrahán accedió y pesó a Efrón la plata que éste había pedido, teniendo como testigos a los hijos de Het: cuatrocientos siclos de plata corriente de mercader.
Así fue como la finca de Efrón que está en Macpelá, frente a Mambré, la finca y la cueva que hay en ella y todos los árboles que rodean la finca por todos sus lindes, todo ello vino a ser propiedad de Abrahán, teniendo como testigos a los hijos de Het y a todos los que entraban por la puerta de la ciudad. Así fue como aquel campo y la cueva que hay en él llegaron a ser de Abrahán como propiedad sepulcral, recibida de los hijos de Het.

Casamiento de Isaac.
Abrahán era ya un viejo entrado en años, y Yahvé había bendecido a Abrahán en todo. que voy a juramentarte por Yahvé, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás mujer para mi hijo de entre las hijas de los cananeos con los que vivo, sino que irás a mi tierra y a mi patria a tomar mujer para mi hijo Isaac.» El siervo respondió: «Tal vez no quiera la mujer seguirme a este país. ¿Debo en tal caso volver y llevar a tu hijo a la tierra de donde saliste?» Yahvé, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que me tomó de mi casa paterna y de mi patria, y que me habló y me juró, diciendo: “A tu descendencia daré esta tierra”, él enviará su Ángel delante de ti, y tomarás de allí mujer para mi hijo. Si la mujer no quisiera seguirte, no responderás de este juramento que te tomo. En todo caso, no lleves allá a mi hijo.» Voy a quedarme parado junto a la fuente, mientras las hijas de los ciudadanos salen a sacar agua. Ahora bien, la muchacha a quien yo diga: “Inclina, por favor, tu cántaro para que yo beba”, y ella responda: “Bebe, y también voy a abrevar tus camellos”, ésa sea la que tienes designada para tu siervo Isaac, y por ello conoceré que te muestras fiel con mi señor.»
La joven era de muy buen ver, virgen, que no había conocido varón. Bajó a la fuente, llenó su cántaro y subió. Cuando acabó de darle, añadió: «También para tus camellos voy a sacar, hasta que se hayan saciado.» Después le dijo: «¿De quién eres hija? Dime: ¿hay en casa de tu padre sitio para hacer noche?» Ella le dijo: «Soy hija de Betuel, el hijo que Milcá dio a Najor.» diciendo: «Bendito sea Yahvé, el Dios de mi señor Abrahán, que no ha retirado su favor y su lealtad para con mi señor. Yahvé me ha traído a parar a casa del hermano de mi señor.»
En efecto, en cuanto vio el anillo y los brazaletes en los brazos de su hermana y oyó decir a su hermana Rebeca: «Así me ha hablado aquel hombre», se llegó adonde él. Lo encontró todavía junto a los camellos, cerca de la fuente, y le dijo: «Ven, bendito de Yahvé. ¿Por qué te quedas parado fuera, si yo he desocupado la casa y he hecho sitio para los camellos?» Después les sirvió de comer, pero el otro dijo: «No comeré hasta no haber dicho lo que tengo que decir.» A lo que respondió Labán: «Habla.» Yahvé ha bendecido con largueza a mi señor, que se ha hecho rico, pues le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y esclavas, camellos y asnos. Y Sara, la mujer de mi señor, envejecida ya, dio a luz un hijo a mi señor, que le ha cedido todo cuanto posee. A lo que él respondió: “Yahvé, en cuya presencia he andado, enviará su Ángel contigo y dará éxito a tu viaje, y así tomarás mujer para mi hijo de mi parentela y de la casa de mi padre. Entonces quedarás libre de mi maldición, cuando llegues a mi parentela; y, si no te la dieren, también quedarás libre de mi maldición.” aquí me quedo parado junto a la fuente. La doncella que salga a sacar agua, y yo le diga: Dame de beber un poco de agua de tu cántaro, y ella me responda: Bebe tú, y voy a sacar también para tus camellos, ésa será la mujer que Yahvé tiene destinada para el hijo de mi señor.” Yo le pregunté: “¿De quién eres hija?” Me respondió: “Soy hija de Betuel, el hijo que Milcá dio a Najor.” Entonces puse el anillo en su nariz y los brazaletes en sus brazos, y postrándome adoré a Yahvé y bendije a Yahvé, el Dios de mi señor Abrahán, que me había puesto en el buen camino para tomar a la hija del hermano de mi señor para su hijo. Ahora, pues, decidme si estáis dispuestos a usar de favor y lealtad para con mi señor, y si no, decídmelo también, para que yo tome una u otra decisión.»
Respondieron Labán y Betuel: «De Yahvé ha salido este asunto. Nosotros no podemos decirte que está mal o que está bien. Cuando el siervo de Abrahán oyó lo que decían, adoró a Yahvé rostro en tierra. Luego comieron y bebieron, él y los hombres que lo acompañaban, y pasaron la noche. Por la mañana se levantaron, y él dijo: «Permitidme que marche donde mi señor.» El hermano y la madre de Rebeca respondieron: «Que se quede la chica con nosotros unos días, por ejemplo diez. Luego se irá.» Mas él les dijo: «No me demoréis. Puesto que Yahvé ha dado éxito a mi viaje, dejadme salir para que vaya donde mi señor.» Llamaron, pues, a Rebeca y le preguntaron: «¿Qué?, ¿te vas con este hombre?» «Me voy», contestó ella. Y bendijeron a Rebeca con estas palabras:
«¡Oh hermana nuestra, que llegues a convertirte
en millares de miriadas,
y conquiste tu descendencia
la puerta de sus enemigos!»
Una tarde había salido Isaac de paseo por el campo, cuando, al alzar la vista, vio que venían unos camellos. Luego dijo al siervo: «¿Quién es aquel hombre que camina por el campo a nuestro encuentro?» Dijo el siervo: «Es mi señor.» Entonces ella tomó el velo y se cubrió.
El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho, e Isaac introdujo a Rebeca en la tienda, tomó a Rebeca, que pasó a ser su mujer, y él la amó. Así se consoló Isaac por la pérdida de su madre.

La descendencia de Queturá.
Abrahán volvió a tomar otra mujer, llamada Queturá. Hijos de Madián: Efá, Éfer, Henoc, Abidá y Eldaá. Todos éstos, hijos de Queturá.
A los hijos de las concubinas que tenía Abrahán les hizo donaciones y, viviendo aún él, los separó de Isaac, enviándolos hacia levante, al país de Oriente.

Muerte de Abrahán.
Éstos fueron los días de vida de Abrahán: ciento setenta y cinco años. Era la finca que Abrahán había comprado a los hijos de Het; allí fue sepultado Abrahán con su mujer Sara.
Descendientes de Ismael.
Éstos son los descendientes de Ismael, hijo de Abrahán, el que tuvo Abrahán de Agar la egipcia, esclava de Sara; y éstos son los nombres de los hijos de Ismael, por orden de nacimiento: El primogénito de Ismael, Nebayot; después, Quedar, Adbeel, Mibsán, Jadad, Temá, Yetur, Nafís y Quedmá. Ocupó desde Javilá hasta Sur, que cae enfrente de Egipto, según se va a Asur. Se estableció enfrente de todos sus hermanos.

III. Historia de Isaac y de Jacob
Nacimiento de Esaú y de Jacob.
Ésta es la historia de Isaac, hijo de Abrahán:
Abrahán engendró a Isaac. Pero los hijos se entrechocaban en su seno. Ella se dijo: «Siendo así, ¿para qué vivir?» Y fue a consultar a Yahvé.
Yahvé le dijo:
«Dos pueblos hay en tu vientre,
dos naciones que, al salir de tus entrañas, se dividirán.
La una oprimirá a la otra;
el mayor servirá al pequeño.»
Se le cumplieron los días de dar a luz, y resultó que había dos mellizos en su vientre. Isaac quería a Esaú, porque le gustaba la caza, y Rebeca quería a Jacob.

Esaú vende la primogenitura.
Una vez, Jacob había preparado un guiso cuando llegó Esaú del campo, agotado. Dijo Esaú a Jacob: «Oye, dame a probar de lo rojo, de eso rojo, porque estoy agotado.» —Por eso se le llamó Edom.— Dijo Esaú: «Estoy que me muero. ¿Qué me importa la primogenitura?»
Isaac en Guerar.
Hubo hambre en el país —aparte de la primera que tuvo lugar en tiempo de Abrahán— y fue Isaac a Guerar, adonde Abimélec, rey de los filisteos. Yahvé se le apareció y le dijo: «No bajes a Egipto. Quédate en la tierra que yo te indique. Reside en esta tierra, y yo te asistiré y bendeciré; porque a ti y a tu descendencia he de dar todas estas tierras, y mantendré el juramento que hice a tu padre Abrahán. en pago de que Abrahán me obedeció y guardó mis observancias, mis mandamientos, mis preceptos y mis instrucciones.» Los del lugar le preguntaban por su mujer, y él decía: «Es mi hermana.» En efecto, le daba reparo decir: «Es mi mujer», no fuesen a matarle los del lugar por causa de Rebeca, ya que ella era de buen ver. Ya llevaba largo tiempo allí, cuando aconteció que Abimélec, rey de los filisteos, atisbando por una ventana, observó que Isaac estaba solazándose con su mujer Rebeca. Llama Abimélec a Isaac y le dice: «¡Conque es tu mujer! ¿Pues cómo has venido diciendo: Es mi hermana?» Dícele Isaac: «Es que me dije: A ver si voy a morir por causa de ella.» Replicó Abimélec: «¿Qué es lo que nos has hecho? Si por acaso llega a acostarse cualquiera del pueblo con tu mujer, tú nos habrías echado la culpa.» Entonces Abimélec ordenó a todo el pueblo: «Quien tocare a este hombre o a su mujer, morirá sin remedio.»
Isaac sembró en aquella tierra y cosechó aquel año el ciento por uno. Yahvé le bendecía y el hombre se enriquecía, se iba enriqueciendo más y más hasta que se hizo riquísimo.
Los pozos entre Guerar y Berseba.
Todos los pozos que habían cavado los siervos de su padre —en tiempos de su padre Abrahán— los habían cegado los filisteos, llenándolos de tierra. Entonces Abimélec dijo a Isaac: «Apártate de nuestro lado, porque te has hecho mucho más poderoso que nosotros.» Isaac volvió a cavar los pozos de agua que habían cavado los siervos de su padre Abrahán, y que los filisteos habían cegado después de la muerte de Abrahán, y les puso los mismos nombres que les había puesto su padre.
Pero riñeron los pastores de Guerar con los pastores de Isaac, diciendo: «El agua es nuestra.» Él llamó al pozo Ésec, ya que se habían querellado con él. Yahvé se le apareció aquella noche y dijo:
«Yo soy el Dios de tu padre Abrahán.
No temas, porque yo estoy contigo.
Te bendeciré y multiplicaré tu descendencia
por amor de Abrahán, mi siervo.»

Alianza con Abimélec.
Entonces Abimélec fue adonde él desde Guerar, con Ajuzat, uno de sus familiares, y Picol, capitán de su tropa. Contestaron ellos: «Hemos visto claramente que Yahvé se ha puesto de tu parte, y nos hemos dicho: Mejor es que haya un juramento entre nosotros, entre tú y nosotros, y que hagamos un pacto contigo, de que no nos harás mal, como tampoco nosotros te hemos tocado a ti; no te hemos hecho sino bien, y te hemos dejado ir en paz, ¡oh bendito de Yahvé!» Él les dio un banquete, y comieron y bebieron.
Aquel mismo día llegaron unos siervos de Isaac y le dieron la noticia del pozo que habían cavado, diciéndole: «Hemos hallado agua.»
Esaú se casa con mujeres hititas.
Cuando Esaú tenía cuarenta años, tomó por mujeres a Judit, hija de Beerí el hitita, y a Basmat, hija de Elón el hitita, que fueron causa de amargura para Isaac y Rebeca.

Jacob suplanta a Esaú en la bendición paterna.
Como hubiese envejecido Isaac y ya no viese por tener debilitados sus ojos, llamó a Esaú, su hijo mayor, y le dijo: «¡Hijo mío!» Él respondió: «Aquí estoy.» Luego me haces un guiso suculento, como a mí me gusta, y me lo traes para que lo coma, a fin de bendecirte antes de morir.» y entonces Rebeca dijo a su hijo Jacob: «Acabo de oír a tu padre que hablaba con tu hermano Esaú y le decía: Tráeme caza y hazme un guiso suculento para que yo lo coma y te bendiga delante de Yahvé antes de morir. Pues bien, hijo mío, hazme caso en lo que voy a recomendarte. y tú se lo presentas a tu padre, que lo comerá, para que te bendiga antes de morir.»
¡A ver si me palpa mi padre y le parece que estoy mofándome de él! ¡Entonces me habré buscado una maldición en vez de una bendición!» Él fue a buscarlos y los llevó a su madre, que hizo un guiso suculento, como le gustaba a su padre. Después tomó Rebeca ropas de Esaú, su hijo mayor, las más preciosas que tenía en casa, y vistió a Jacob, su hijo pequeño. y puso el guiso y el pan que había hecho en las manos de su hijo Jacob.
Éste entró adonde su padre y dijo: «¡Padre!» Él respondió: «Aquí estoy; ¿quién eres, hijo?» Jacob dijo a su padre: «Soy tu primogénito Esaú. He hecho como dijiste. Anda, levántate, siéntate y come de mi caza, para que me bendigas.» Dice Isaac a su hijo: «¡Qué listo has andado en hallarla, hijo!» Respondió: «Sí; es que Yahvé, tu Dios, me la puso delante.» Dice Isaac a Jacob: «Acércate, que te palpe, hijo, a ver si realmente eres o no mi hijo Esaú.» Jacob se acercó a su padre Isaac, que lo palpó y dijo: «La voz es la de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú.» Y no lo reconoció, porque sus manos estaban velludas, como las de su hermano Esaú. Luego se dispuso a bendecirlo. Dijo entonces: «Acércamelo, que coma de la caza, hijo, para que pueda bendecirte.» Le acercó la caza y comió; le trajo también vino, y bebió. Él se acercó y le besó, y al aspirar Isaac el aroma de sus ropas, lo bendijo diciendo:
«Es el aroma de mi hijo
como el aroma de un campo
que ha bendecido Yahvé.
¡Pues que Dios te dé el rocío del cielo
y la grosura de la tierra,
cantidad de trigo y mosto!
Sírvante pueblos,
adórente naciones,
sé señor de tus hermanos
y adórente los hijos de tu madre.
¡Quien te maldijere, maldito sea,
y quien te bendijere, sea bendito!»
Así que hubo concluido Isaac de bendecir a Jacob, y justo cuando acababa de salir Jacob de la presencia de su padre Isaac, llegó su hermano Esaú de su cacería. Hizo también él un guiso suculento y, llevándoselo a su padre, le dijo: «Levántese mi padre y coma de la caza de su hijo, para que puedas bendecirme.» Le dice su padre Isaac: «¿Quién eres tú?» Contestó: «Soy tu hijo primogénito, Esaú.» A Isaac le entró un temblor fuerte, y le dijo: «Pues entonces, ¿quién es uno que ha cazado una pieza y me la ha traído? Porque de hecho yo he comido antes que tú vinieses, y le he bendecido, y bendito está.» Respondió Isaac y dijo a Esaú: «Mira, le he puesto por señor tuyo, le he dado por siervos a todos sus hermanos y le he abastecido de trigo y vino. Según eso, ¿qué voy a hacer por ti, hijo mío?» Dijo Esaú a su padre: «¿Es que tu bendición es única, padre mío? ¡Bendíceme también a mí, padre mío!» Isaac guardó silencio y Esaú alzó la voz y rompió a llorar. Su padre Isaac le dijo por respuesta:
«Lejos de la grosura de la tierra
será tu morada,
y lejos del rocío que baja del cielo.
Esaú se enemistó con Jacob a causa de la bendición con que le había bendecido su padre; y se dijo Esaú: «Se acercan ya los días del luto por mi padre. Entonces mataré a mi hermano Jacob.» Se dio aviso a Rebeca de las palabras de Esaú, su hijo mayor; y ella envió a llamar a Jacob, su hijo pequeño, y le dijo: «Mira, tu hermano Esaú va a vengarse de ti matándote. y te quedas con él una temporada, hasta que se calme la cólera de tu hermano; hasta que se calme la ira de tu hermano contra ti, y olvide lo que has hecho. Entonces enviaré yo a que te traigan de allí. ¿Por qué he de perderos a los dos en un mismo día?»

Isaac manda a Jacob a casa de Labán.
Rebeca dijo a Isaac: «Me da asco vivir al lado de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het como las que hay por aquí, ¿para qué seguir viviendo?»
Que El Sadday te bendiga, te haga fecundo y te acreciente, y que te conviertas en multitud de pueblos. Que te dé la bendición de Abrahán a ti y a tu descendencia, para que te hagas dueño de la tierra donde has vivido y que Dios ha dado a Abrahán.» Y despidió Isaac a Jacob, que se fue a Padán Aram, a casa de Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, la madre de Jacob y de Esaú.

Otro casamiento de Esaú.
Vio Esaú que Isaac había bendecido a Jacob, que le enviaba a Padán Aram a tomar mujer allí y que, al bendecirle, le había dado esta orden: «No tomes mujer de las hijas de Canaán», y que Jacob, obedeciendo a su padre y a su madre, había marchado a Padán Aram. Vio, pues, Esaú que las hijas de Canaán eran mal vistas de su padre Isaac, y acudiendo Esaú a Ismael, tomó por mujer, además de las que tenía, a Majlat, hija de Ismael, el hijo de Abrahán, y hermana de Nebayot.

Sueño de Jacob.
Jacob salió de Berseba y fue a Jarán. Llegando a cierto lugar, se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol. Tomó una de las piedras del lugar, se la puso por cabezal y se acostó en aquel lugar. Y tuvo un sueño. Soñó con una escalera apoyada en tierra, cuya cima tocaba los cielos, y vio que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Vio también que Yahvé estaba sobre ella y que le decía: «Yo soy Yahvé, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia. Yo estoy contigo; te guardaré por donde vayas y te devolveré a este solar. No, no te abandonaré hasta haber cumplido lo que te he dicho.» Y, asustado, pensó: «¡Qué temible es este lugar! ¡Esto no es otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo!» Jacob se levantó de madrugada y, tomando la piedra que se había puesto por cabezal, la erigió como estela y derramó aceite sobre ella. Y llamó a aquel lugar Betel, aunque el nombre primitivo de la ciudad era Luz.
Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios me asiste y me guarda en este camino que recorro, y me da pan que comer y ropa con que vestirme, y esta piedra que he erigido como estela será Casa de Dios; y de todo lo que me dieres, te pagaré el diezmo.»

Llega Jacob a casa de Labán.
Jacob se puso en marcha hacia el país de los orientales. De pronto divisó un pozo en el campo, y allí mismo tres rebaños de ovejas sesteando junto a él, pues de aquel pozo se abrevaban los rebaños. Sobre la boca del pozo había una gran piedra. —«¿Se encuentra bien?» —«Muy bien; precisamente ahí llega Raquel, su hija, con las ovejas.» Contestaron: «No podemos hasta que se reúnan todos los rebaños y se retire la piedra de la boca del pozo. Entonces abrevaremos las ovejas.»
Aún estaba él hablando con ellos, cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre, pues era pastora. En cuanto vio Jacob a Raquel, hija de Labán, el hermano de su madre, y las ovejas de Labán, hermano de su madre, se acercó Jacob, retiró la piedra de la boca y abrevó las ovejas de Labán, el hermano de su madre. Jacob besó a Raquel y luego estalló en sollozos. Jacob anunció a Raquel que era pariente de su padre e hijo de Rebeca. Ella echó a correr y se lo contó a su padre. y Labán le dijo: «En suma, que tú eres hueso mío y carne mía.» Y Jacob se quedó con él un mes cumplido.

Doble casamiento de Jacob.
Labán dijo a Jacob: «¿Acaso porque seas pariente mío has de servirme de balde? Indícame cuál será tu salario.» Ahora bien, Labán tenía dos hijas: la mayor llamada Lía, y la pequeña, Raquel. Los ojos de Lía eran tiernos. Raquel, en cambio, era de bella presencia y de buen ver. Jacob estaba enamorado de Raquel. Así pues, dijo: «Te serviré siete años por Raquel, tu hija pequeña.» Dijo Labán: «Mejor es dártela a ti que dársela a otro. Quédate conmigo.»
Sirvió, pues, Jacob por Raquel siete años, que se le antojaron como unos cuantos días, de tanto que la amaba. Jacob dijo a Labán: «Dame mi mujer, que se ha cumplido el plazo y quiero casarme con ella.» Labán juntó a todos los del lugar y dio un banquete. Se hizo de mañana, ¡y resultó que era Lía! Jacob dijo a Labán: «¿Qué has hecho conmigo? ¿No te he servido por Raquel? ¿Pues por qué me has hecho trampa?» Labán dijo: «No se usa en nuestro lugar dar la menor antes que la mayor. Cumple esta semana y te daré también a la otra por el servicio que me prestarás todavía otros siete años.» Así lo hizo Jacob. Y, habiendo cumplido aquella semana, le dio por mujer a su hija Raquel. Labán dio su esclava Bilhá como esclava de su hija Raquel. Él se unió también a Raquel, y la amó más que a Lía, y sirvió en casa de su tío otros siete años más.

Hijos de Jacob.
Vio Yahvé que Lía no era amada y la hizo fecunda, mientras que Raquel era estéril. Lía quedó encinta y dio a luz un hijo al que llamó Rubén, pues dijo: «Yahvé ha reparado en mi cuita: ahora sí que me querrá mi marido.» Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: «Yahvé ha oído que yo era aborrecida y me ha dado también a éste.» Y le llamó Simeón. Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y dijo: «Ahora, esta vez, mi marido se aficionará a mí, ya que le he dado tres hijos.» Por eso le llamó Leví. Vio Raquel que no daba hijos a Jacob y, celosa de su hermana, dijo a Jacob: «Dame hijos o me muero.» Jacob se enfadó con Raquel y dijo: «¿Estoy yo acaso en el lugar de Dios, que te ha negado el fruto del vientre?» Ella dijo: «Ahí tienes a mi criada Bilhá; únete a ella y que dé a luz sobre mis rodillas: así también yo ahijaré de ella.» Y dijo Raquel: «Dios me ha hecho justicia, pues ha oído mi voz y me ha dado un hijo.» Por eso le llamó Dan. Otra vez concibió Bilhá, la esclava de Raquel, y dio a Jacob un segundo hijo. Y dijo Raquel: «Me he trabado con mi hermana a brazo partido y la he podido»; y le llamó Neftalí.
Viendo Lía que había dejado de dar a luz, tomó a su esclava Zilpá, y se la dio a Jacob por mujer. Una vez fue Rubén, al tiempo de la siega del trigo, y encontró en el campo unas mandrágoras, que trajo a su madre Lía. Dijo Raquel a Lía: «¿Quieres darme las mandrágoras de tu hijo?» Le respondió: «¿Es poco haberte llevado mi marido, que encima vas a llevarte las mandrágoras de mi hijo?» Dijo Raquel: «Sea: que se acueste contigo Jacob esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo.» A la tarde, cuando Jacob volvió del campo, sale Lía a su encuentro y le dice: «Tienes que venir conmigo porque he pagado por ti unas mandrágoras de mi hijo.» Y él se acostó con ella aquella noche. Dios oyó a Lía, que concibió y dio un quinto hijo a Jacob. Y dijo Lía: «Dios me ha dado mi recompensa, a mí, que tuve que dar mi esclava a mi marido.» Y le llamó Isacar. Y dijo Lía: «Me ha hecho Dios un buen regalo. Ahora sí que me apreciará mi marido, pues le he dado seis hijos.» Y le llamó Zabulón. Después dio a luz una hija, a la que llamó Dina.
Entonces se acordó Dios de Raquel. Dios la oyó y abrió su seno, y ella concibió y dio a luz un hijo. Y dijo: «Ha quitado Dios mi afrenta.»
Prosperidad de Jacob.
Cuando Raquel hubo dado a luz a José, dijo Jacob a Labán: «Déjame que me vaya a mi lugar y a mi tierra. Dame a mis mujeres y a mis hijos por quienes te he servido, para que me vaya; pues bien sabes bajo qué condiciones te he servido.» Dijo Labán: «¿Qué he de darte?» Respondió Jacob: «No me des nada. Si haces por mí esto, volveré a apacentar tu rebaño. Fíjate bien:
y la garantía de mi honradez el día de mañana. Cuando te presentes a controlar mi paga, todo lo que no fuere pinto y manchado entre las cabras y negro entre los corderos, será lo que he robado.» Y aquel mismo día apartó los machos cabríos listados y manchados y todas las cabras pintas y manchadas, todo lo que tenía en sí algo de blanco, así como todo lo negro entre las ovejas, y lo confió a sus hijos, e hincó las varas así labradas en las pilas o abrevaderos a donde venían las reses a beber, justo delante de las reses, con lo que éstas se calentaban al acercarse a beber. O sea, que se calentaban a la vista de las varas, y así parían crías listadas, pintas o manchadas. Luego separó Jacob los machos, echándolos a lo listado y negro que ahora había en el rebaño de Labán, y así se fue formando unos hatajos propios, que no mezclaba con el rebaño de Labán. Además, siempre que se calentaban las reses vigorosas, les ponía Jacob las varas ante los ojos en las pilas, para que se calentaran bajo el influjo de las varas; mas, cuando el ganado estaba débil, no las ponía, de modo que las crías débiles eran para Labán, y las vigorosas para Jacob. Así que éste medró muchísimo, y llegó a tener rebaños numerosos, y siervas y siervos y camellos y asnos.

Fuga de Jacob.
Oyó Jacob que los hijos de Labán decían: «Jacob se ha apoderado de todo lo de nuestro padre, y con lo de nuestro padre ha hecho toda esa fortuna.»
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