I Corintios 9, 15-18

Mas yo, de ninguno de esos derechos he hecho uso; y que conste que no escribo esto para reclamaros nada. ¡Antes morir...! ¡Nadie va a arrebatarme esta satisfacción! Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria; se trata más bien de un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa; y si lo hiciera forzado, al fin y al cabo es una misión que se me ha confiado. Ahora bien, mi recompensa consiste en predicar el Evangelio gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere su proclamación.
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