I Samuel 2, 12-17

Los hijos de Elí eran unos malvados que no conocían a Yahvé ni las normas de los sacerdotes respecto del pueblo*. Así, cuando alguien ofrecía un sacrificio, venía el criado del sacerdote, mientras se estaba cociendo la carne, con el tenedor de tres dientes en la mano, lo hincaba en el caldero o la olla, en la cacerola o el puchero, y el sacerdote se quedaba con todo lo que sacaba con el tenedor. Así hacían con todos los israelitas que iban allí, a Siló. Incluso antes de que quemasen la grasa, venía el criado del sacerdote y decía al que sacrificaba: «Dame carne para asársela al sacerdote. No te aceptará carne hervida, sino solamente carne cruda.» Y si el hombre le decía: «Primero hay que quemar la grasa, y después tomarás cuanto se te antoje», le respondía: «No. Me lo das ahora o lo tomo por la fuerza.» Yahvé consideraba grave el pecado de los jóvenes, porque la gente despreciaba* la ofrenda hecha a Yahvé.
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