II Pedro  3, 4-10

que dirán en son de burla: «¿Dónde queda la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres*, todo sigue como al principio de la creación.» Es gente que ignora conscientemente* que hace tiempo existió un cielo, y también una tierra que surgió del agua y fue establecida entre las aguas por la palabra de Dios; y que el mundo de entonces pereció inundado por las aguas del diluvio. Y no quieren saber que los cielos y la tierra presentes, sujetos a esa misma palabra, están destinados al fuego y guardados hasta el día del Juicio y de la destrucción de los impíos. Pero hay algo, queridos, que no podéis ignorar: que, para el Señor, un día es como mil años, y mil años, como un día. No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen; lo que ocurre es que tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión*. El Día del Señor llegará como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con ruido ensordecedor; los elementos, abrasados, se disolverán; y la tierra y cuanto contiene se consumirá*.
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