II Reyes  11, 13-18

Cuando Atalía oyó el griterío de los guardias y de la gente, se fue hacia la muchedumbre que estaba en el templo de Yahvé. Cuando Atalía vio al rey de pie junto a la columna, según la costumbre, a los jefes con sus trompetas junto al rey y a todo el pueblo de la tierra* jubiloso y tocando las trompetas, rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Traición, traición!» Entonces el sacerdote Joadá dio orden a los jefes* de las tropas: «Hacedla salir de entre las filas. Quien la siga será pasado a espada» (pues el sacerdote pensaba que no debía ser ejecutada en el templo de Yahvé). Le abrieron paso y, cuando entró en el palacio real por la Puerta de los Caballos*, allí fue ejecutada. Joadá celebró la alianza entre Yahvé, el rey y el pueblo, por la que éste se convertía en pueblo de Yahvé (así como entre el rey y el pueblo)*. El pueblo todo de la tierra acudió al templo de Baal. Lo derribaron, hicieron pedazos sus altares e imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo mataron frente a los altares*. El sacerdote puso centinelas en el templo de Yahvé. Tomó
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