Eclesiastés 3, 14-22

Sé bien que cuanto Dios hace es duradero*. Nada hay que añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema. Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es. Y Dios restaura lo pasado*. Más cosas todavía he visto bajo el sol: en la sede del derecho, la iniquidad; y en el sitial del justo*, el impío. Y dije para mí: Dios juzgará al justo y al impío, pues hay un tiempo para cada cosa y para cada acción aquí*. Sobre la conducta de los humanos reflexioné así: Dios los prueba y les demuestra que son como bestias*. Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad. Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo. ¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra*? Veo que no hay nada mejor para el hombre que gozar de sus obras, pues ésa es su paga. Pero ¿quién le guiará a contemplar lo que ha de suceder después de él?
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