Genesis 29, 1-12

Jacob se puso en marcha hacia el país de los orientales. De pronto divisó un pozo en el campo. Junto a él sesteaban tres rebaños de ovejas, pues de aquel pozo se abrevaban los rebaños. Sobre la boca del pozo había una gran piedra. Allí se reunían todos los rebaños: se revolvía la piedra que cubría la boca del pozo, abrevaban las ovejas y después colocaban la piedra en su sitio, sobre la boca del pozo. Jacob les dijo (a los pastores): «Hermanos, ¿de dónde sois?» Dijeron ellos: «Somos de Jarán.» —«¿Conocéis a Labán, hijo de Najor?» —«Lo conocemos.» —«¿Se encuentra bien?» —«Muy bien. Precisamente ahí llega Raquel, su hija, con las ovejas.» Dijo él: «Todavía es muy pronto para recoger el ganado; abrevad las ovejas e id a apacentarlas.» Contestaron: «No podemos hasta que se reúnan todos los rebaños y se retire la piedra de la boca del pozo. Entonces abrevaremos las ovejas.» Aún estaba él hablando con ellos, cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre, pues era pastora. En cuanto vio Jacob a Raquel, hija de Labán, el hermano de su madre, y las ovejas de Labán, hermano de su madre, se acercó Jacob, retiró la piedra de la boca y abrevó las ovejas de Labán, el hermano de su madre. Jacob besó a Raquel y luego estalló en sollozos. Jacob hizo saber a Raquel que era pariente de su padre e hijo de Rebeca. Ella echó a correr y se lo contó a su padre.
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