Isaías 58, 1-8

Clama sin tregua, bien fuerte; levanta tu voz como trompeta y denuncia a mi pueblo su rebeldía, a la Casa de Jacob sus pecados. A mí me consultan día a día, les agrada conocer mis propósitos, como gente que practica la justicia, que no abandona el mandato de su Dios. Me consultan sobre normas de justicia, la vecindad de su Dios les agrada. —¿Para qué ayunamos, si no lo ves*, o nos mortificamos, si no te enteras? —Porque ayunáis sólo por interés, y apremiáis a vuestros sirvientes; ayunáis entre litigios y pleitos, repartiendo golpes de malas maneras. No ayunéis como lo hacéis ahora, para hacer oír vuestra voz en lo alto. ¿Creéis que es ése el ayuno que deseo, que el hombre se humille todo el día, agachando como un junco la cabeza, tumbado en un saco, entre ceniza? ¿A eso llamáis ayuno, día grato a Yahvé? Éste es el ayuno que yo deseo: romper las cadenas injustas, soltar las coyundas del yugo, dejar libres a los maltratados, y arrancar todo yugo; compartir tu pan con el hambriento, acoger en tu hogar a los sin techo; vestir a los que veas desnudos y no abandonar a tus semejantes. Así surgirá tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Tus justas acciones te precederán, te seguirá la gloria de Yahvé.
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