Levítico 14, 2-9

«Ésta es la ley que ha de aplicarse al leproso el día de su purificación. Será llevado al sacerdote, que saldrá fuera del campamento. Si, tras de haberlo examinado, comprueba que el leproso está ya curado de su lepra, el sacerdote mandará traer para el que ha de ser purificado dos pájaros vivos y puros, madera de cedro, púrpura escarlata e hisopo. Mandará degollar uno de los pájaros sobre una vasija de barro con agua corriente. Tomará luego el pájaro vivo, la madera de cedro, la púrpura escarlata y el hisopo. Después de mojar esto, juntamente con el pájaro vivo, en la sangre del pájaro degollado sobre el agua corriente, hará siete aspersiones sobre el que ha de ser purificado de la lepra. Tras declararlo puro, soltará en el campo el pájaro vivo. El que se purifica lavará sus vestidos, se afeitará todo el pelo, se bañará y quedará limpio; entonces podrá entrar en el campamento. Pero durante siete días ha de habitar fuera de su tienda. El día séptimo se afeitará todo el pelo, la cabellera, la barba y las cejas; en una palabra, se afeitará todo su pelo, lavará también sus vestidos, bañará su cuerpo y quedará limpio.
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