Mateo 27, 45-54

Desde la hora sexta hasta la hora nona, cubrió la oscuridad toda la tierra*. Alrededor de la hora nona, clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado*?» Al oírlo, algunos de los que estaban allí decían: «Éste llama a Elías*.» Y enseguida, uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre* y, sujetándola a una caña, le ofreció de beber. Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarle.» Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el espíritu. En esto, el velo del Santuario* se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la tierra y las rocas se hendieron*. Se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, después de que él resucitara, salieron de los sepulcros, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos*. Por su parte, el centurión y los que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era hijo de Dios.»
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