I Macabeos 6, 18-24


Antíoco Eupátor

Mientras tanto, la gente de la fortaleza tenía confinados a los israelitas en torno al templo, y no perdía ocasión de hacerles mal y favorecer a los paganos. Judas se propuso acabar con ellos, y congregó a todo el ejército para asediarlos. Se concentraron todos y empezaron el asedio el año ciento cincuenta, con catapultas y máquinas de asalto. Algunos sitiados rompieron el cerco; se les juntaron algunos renegados de Israel que fueron a decirle al rey:
–¿Cuándo piensas hacer justicia y vengar a nuestros hermanos? Nosotros nos sometimos a tu padre voluntariamente, procedimos según sus instrucciones y obedecimos sus órdenes a la letra. El resultado es que nuestros compatriotas han cercado la fortaleza y nos tratan como extraños. Más aún, han matado a los nuestros que caían en sus manos y, han confiscado nuestros bienes.

25 Y no sólo extienden la mano contra nosotros, sino también contra todos los vecinos de su majestad.

26 Ahí los tienes, acampados ahora contra la fortaleza de Jerusalén, intentando conquistarla; han fortificado el santuario y Bet-Sur,

27 y si no te adelantas rápidamente, harán cosas mayores todavía, y ya no podrás detenerlos.

28 El rey se encolerizó al oír esto. Convocó a todos los grandes del reino, jefes de infantería y de caballería.

29 Y como también se le presentaron mercenarios del extranjero y de los países marítimos,

30 su ejército contaba cien mil infantes, veinte mil jinetes y treinta y dos elefantes amaestrados para la lucha.

31 Atravesando Idumea asediaron Bet-Sur. La lucha se prolongó muchos días; prepararon máquinas de asalto, pero los sitiados hicieron una salida y las incendiaron, luchando valientemente.

32 Entonces Judas levantó el cerco de la fortaleza y acampó junto a Bet-Zacarías, frente al campamento del rey.

33 De madrugada, el rey hizo avanzar su ejército a toda prisa por el camino de Bet-Zacarías. Las tropas se dispusieron a entrar en acción, y sonó la señal de ataque.

34 A los elefantes les habían dado vino de uva y de moras, para excitarlos a la lucha.

35 Los repartieron entre los escuadrones, asignando a cada elefante mil hombres protegidos con corazas y cascos de bronce, más quinientos jinetes escogidos:

36 donde estaba un elefante, allí estaban ellos; adonde iba, iban ellos, sin separarse de él.

37 Cada elefante llevaba encima, sujeta con un arnés, una torre de madera bien protegida. En cada torre iban el guía indio y cuatro guerreros, que disparaban desde allí.

38 El resto de la caballería, protegido por las tropas de a pie, iba en las dos alas del ejército, para hostigar al enemigo.

39 Cuando el sol relumbró sobre los escudos de oro y bronce, su reflejo en los montes los hizo resplandecer como antorchas.

40 Parte del ejército real estaba formado en las cumbres de los montes; otra parte en la ladera. Iban avanzando seguros y en perfecto orden.

41 Estremecía oír el fragor de aquella muchedumbre en marcha y el entrechocar de las armas. Realmente era un ejército inmenso y poderoso.

42 Judas y sus tropas avanzaron, y en el choque el ejército real tuvo seiscientas bajas.

43 Lázaro, apodado Avarán, se fijó en un elefante protegido con armadura real que sobresalía entre los demás elefantes; creyendo que el rey iba allí,

44 entregó su vida para salvar a su pueblo y ganarse así renombre inmortal:

45 corrió audazmente hacia el elefante, matando a diestra y siniestra por en medio del escuadrón, que se iba abriendo a ambos lados,

46 se metió bajo el elefante y le clavó la espada; el elefante se desplomó encima de él, y allí murió.

47 Los judíos, al ver la fuerza impetuosa del ejército real retrocedieron.

48 Los del ejército real subieron contra ellos hacia Jerusalén; el rey acampó con intención de invadir Judá y el monte Sión,

49 hizo un tratado de paz con los de Bet-Sur, que salieron de la ciudad – no tenían ya provisiones para resistir el asedio, porque era año sabático en el país– .

50 El rey ocupó Bet-Sur y acantonó allí una guarnición para su defensa.

51 Luego puso cerco durante muchos días al templo; instaló ballestas y máquinas de asalto, lanzallamas, catapultas, lanzadardos y hondas.

52 Los judíos hicieron también máquinas defensivas, y la lucha se prolongó muchos días.

53 Pero cuando se acabaron los víveres en los almacenes, porque era año séptimo, y los que se habían refugiado huyendo a Judá desde el extranjero habían consumido las últimas provisiones,

54 se quedaron pocos en el templo; el hambre apretaba, y se dispersaron cada cual por su lado.

55 Lisias se enteró de que Filipo, a quien el rey Antíoco había confiado en vida la educación de su hijo Antíoco como sucesor,

56 había vuelto de Persia y Media con las tropas de la expedición real y que intentaba hacerse con el poder.

57 Rápidamente determinó partir, y dijo al rey, a los generales y a las tropas:
– Cada día somos menos, tenemos pocas provisiones y el lugar que atacamos está fortificado; los asuntos del reino son urgentes.

58 Hagamos las paces con esa gente, firmemos un tratado con ellos y toda su nación,

59 permitiéndoles vivir según su legislación, como hacían antes. Porque, enfurecidos por haberles abolido su legislación, nos han hecho todo esto.

60 El rey y los jefes aprobaron la propuesta; ofrecieron la paz a los judíos, y éstos la aceptaron.

61 El rey y los jefes confirmaron el pacto con juramento, y así los judíos salieron de la fortaleza.

62 Pero cuando el rey llegó al monte Sión y vio aquellas fortificaciones quebrantó el juramento y mandó derribar la muralla entera.

63 Luego partió rápidamente y volvió a Antioquía donde encontró a Filipo que se había apoderado de la ciudad. El rey lo atacó y se la arrebató por la fuerza.
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