I Reyes 11, 1-33


Idolatría de Salomón

Pero el rey Salomón se enamoró de muchas mujeres extranjeras, además de la hija del Faraón: moabitas, amonitas, edomitas, fenicias e hititas, de las naciones de quienes había dicho el Señor a los de Israel: No se unan con ellas ni ellas con ustedes, porque les desviarán el corazón hacia otros dioses. Salomón se enamoró perdidamente de ellas; tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas. Y así, cuando llegó a viejo, sus mujeres desviaron su corazón tras dioses extranjeros; su corazón ya no perteneció por entero al Señor, como el corazón de David, su padre. Salomón siguió a Astarté, diosa de los fenicios; a Malcón, ídolo de los amonitas. Hizo lo que el Señor reprueba; no siguió plenamente al Señor, como su padre, David. Entonces construyó en el monte que se alza frente a Jerusalén un santuario a Camós, ídolo de Moab, y a Malcón, ídolo de los amonitas. Lo mismo hizo para sus mujeres extranjeras, que quemaban incienso y sacrificaban en honor de sus dioses. El Señor se encolerizó contra Salomón, porque había desviado su corazón del Señor, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y que precisamente le había prohibido seguir a dioses extranjeros; pero Salomón no cumplió esta orden. Entonces el Señor le dijo:
– Por haberte portado así conmigo, siendo infiel a la alianza y a los mandatos que te di, te voy a arrancar el reino de las manos para dárselo a un servidor tuyo. No lo haré mientras vivas, en consideración a tu padre, David; se lo arrancaré de la mano a tu hijo. Y ni siquiera le arrancaré todo el reino; dejaré a tu hijo una tribu, en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, mi ciudad elegida.

Rebeliones contra Salomón

Así, el Señor le suscitó a Salomón un adversario: Hadad, el idumeo, de la estirpe real de Edom. Cuando David derrotó a Edom, al ir Joab, general en jefe, a enterrar a los muertos, mató a todos los varones de Edom. Joab y el ejército israelita estuvieron acantonados allí seis meses, hasta que exterminaron a todos los varones de Edom. Pero Hadad logró huir a Egipto con unos cuantos idumeos, funcionarios de su padre. Hadad era entonces un chiquillo. Partieron de Madián y llegaron a Farán. Se les agregaron algunos de Farán, entraron en Egipto y se presentaron al Faraón, rey de Egipto, que les dio casa, les aseguró el sustento y le concedió tierras. Hadad se ganó completamente el favor del Faraón, que lo casó con su cuñada, la hermana de la reina Tafnes. Su mujer le dio un hijo, Guenubat, y lo crió en el palacio del Faraón, con los hijos del Faraón. Cuando Hadad se enteró en Egipto de que David se había reunido con sus antepasados y que había muerto Joab, general en jefe, pidió al Faraón:
– Déjame ir a mi tierra. El Faraón le respondió:
– Pero, ¿qué te falta junto a mí, que pretendes irte ahora a tu tierra?
Hadad le dijo:
– Nada. Pero déjame ir. Y éste es el mal que hizo Hadad: reinó en Edom y no dejó en paz a Israel. También suscitó el Señor como adversario de Salomón a Rezón, hijo de Elyadá, que se le había escapado a su amo Adadhézer, rey de Sobá; se le juntaron unos cuantos hombres y se hizo jefe de guerrillas; y mientras David destrozaba a los sirios, él se apoderó de Damasco, se estableció allí y llegó a ser rey de Damasco. Fue adversario de Israel durante todo el reinado de Salomón. Jeroboán, hijo de Nabat, era efraimita, natural de Serdá; su madre, llamada Servá, era viuda. Siendo funcionario de Salomón se rebeló contra el rey. La ocasión de rebelarse contra el rey fue ésta: Salomón estaba construyendo el terraplén para rellenar el foso de la Ciudad de David, su padre. Jeroboán era un hombre de valer, y Salomón, viendo que el chico trabajaba bien, lo nombró capataz de todos los cargadores de la casa de José. Un día salió Jeroboán de Jerusalén, y el profeta Ajías, de Siló, envuelto en un manto nuevo, se lo encontró en el camino; estaban los dos solos, en descampado. Ajías agarró su manto nuevo, lo rasgó en doce trozos y dijo a Jeroboán:
– Recoge diez trozos, porque así dice el Señor, Dios de Israel: Voy a arrancarle el reino a Salomón y voy a darte a ti diez tribus; pero una tribu será para él, en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que elegí entre todas las tribus de Israel; porque me ha abandonado y ha adorado a Astarté, diosa de los fenicios; a Camós, dios de Moab; a Malcón, dios de los amonitas, y no ha caminado por mis sendas practicando lo que yo apruebo, mis mandatos y preceptos, como su padre, David.
Ver contexto