II Reyes  11, 1-20


Reinado y muerte de Atalía
2 Cr 22,10– 23,21

Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, empezó a exterminar a toda la familia real. Pero cuando los hijos del rey estaban siendo asesinados, Josebá, hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, y lo escondió con su nodriza en el dormitorio; así, se lo ocultó a Atalía y lo libró de la muerte. El niño estuvo escondido con ella en el templo seis años mientras en el país reinaba Atalía. El año séptimo, Yehoyadá mandó a buscar a los centuriones de los carios y de la escolta; los llamó a su presencia en el templo, se juramentó con ellos y les presentó al hijo del rey. Luego les dio estas instrucciones:
– Van a hacer lo siguiente: el tercio que está de servicio en el palacio el sábado con el tercio que está en la puerta de las caballerizas y el tercio de la puerta de detrás del cuartel de la escolta harán la guardia en el templo por turnos y los otros dos cuerpos, todos los que están libres el sábado, harán la guardia en el templo cerca del rey. Rodearán al rey por todas partes, arma en mano. Si alguno quiere meterse por entre las filas, mátenlo. Y permanezcan junto al rey, vaya donde vaya. Los oficiales hicieron lo que les mandó el sacerdote Yehoyadá; cada uno reunió a sus hombres, los que estaban de servicio el sábado y los que estaban libres, y se presentaron al sacerdote Yehoyadá. El sacerdote entregó a los oficiales las lanzas y los escudos del rey David, que se guardaban en el templo. Los de la escolta empuñaron las armas y se colocaron entre el altar y el templo, desde el ángulo sur hasta el ángulo norte del templo, para proteger al rey. Entonces Yehoyadá sacó al hijo del rey, le colocó la diadema y las insignias, lo ungió rey, y todos aplaudieron, aclamando:
–¡Viva el rey! Atalía oyó el clamor de la tropa y de los oficiales y se fue hacia la gente, al templo. Pero cuando vio al rey en pie sobre el estrado, como es costumbre, y a los oficiales y la banda cerca del rey, toda la población en fiesta y las trompetas tocando, se rasgó las vestiduras y gritó:
–¡Traición! ¡Traición! El sacerdote Yehoyadá ordenó a los oficiales que mandaban las fuerzas:
– Sáquenla de las filas. Al que la siga lo matan. Porque el sacerdote no quería que la matasen en el templo. La fueron empujando con las manos, y cuando llegaba a palacio por la puerta de las caballerizas, allí la mataron. Yehoyadá selló la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, para que éste fuera el pueblo del Señor. Toda la población se dirigió luego al templo de Baal: lo destruyeron, derribaron sus altares, trituraron las imágenes, y a Matán, sacerdote de Baal, lo degollaron ante el altar. El sacerdote Yehoyadá puso guardias en el templo, y luego, con los centuriones, los carios, los de la escolta y todo el vecindario, bajaron del templo al rey y lo llevaron a palacio por la puerta de la escolta. Y Joás se sentó en el trono real. Toda la población hizo fiesta, y la ciudad quedó tranquila. A Atalía la habían matado a espada en el palacio.
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