Cantares  2, 1-17


VII. Rosas y manzanos

Soy un narciso de la llanura,

una rosa de los valles.

Como rosa entre espinas
es mi amada entre las mozas. Como manzano entre arbustos
es mi amado entre los mozos:
quisiera yacer a su sombra,
que su fruto es sabroso.

VIII. La mujer herida

Me llevaron a un banquete
y el Amor me declaró la guerra. Tiéndanme sobre tortas de pasas,
recuéstenme sobre manzanas,
porque he sido herida por el Amor. Su izquierda bajo mi cabeza
y su derecha me abraza. ¡Les conjuro, muchachas de Jerusalén,
por las gacelas y ciervas del campo
no despierten ni desvelen al amor
que a él le plazca!

IX. Primavera

¡Un rumor...! ¡Mi amado!
Véanlo, aquí llega saltando por los montes,
brincando por las colinas! Es mi amado un gamo,
parece un cervatillo.
Véanlo parado tras la cerca,
mirando por las ventanas,
atisbando por la reja. Habla mi amado y me dice:
¡Levántate, amada mía,
preciosa mía, vente! Mira, el invierno ya ha pasado,
las lluvias han cesado, se han ido. Brotan flores en el campo,
llega el tiempo de los cánticos,
el arrullo de la tórtola
se oye en nuestra tierra; en la higuera despuntan las yemas,
las vides abultadas perfumean.
¡Levántate, amada mía,
hermosa mía, vente! Paloma mía, en las grietas de la rocas,
en el escondrijo escarpado,
déjame ver tu figura,
déjame escuchar tu voz:
¡Es tan dulce tu voz,
es tan fascinante tu figura! Atrápennos las raposas,
las raposas pequeñitas,
que destrozan nuestras viñas,
nuestras abultadas viñas. Mi amado es mío y yo suya,
¡se deleita entre las rosas! Hasta que surja el día,
y huyan las tinieblas,
ronda, amado mío,
sé como un gamo
aseméjate a un cervatillo
por las colinas hendidas.
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