Genesis 4, 8-15

Caín dijo a su hermano Abel:
– Vamos al campo.
Y cuando estaban en el campo, se lanzó Caín sobre su hermano Abel y lo mató. El Señor dijo a Caín:
–¿Dónde está Abel, tu hermano?
Contestó:
– No sé, ¿soy yo, acaso, el guardián de mi hermano? Pero el Señor replicó:
–¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Por eso te maldice esa tierra que se ha abierto para recibir la sangre de tu hermano que tu mano derramó. Cuando cultives el campo, no te entregará su fertilidad. Andarás errante y vagando por el mundo. Caín respondió al Señor:
– Mi culpa es demasiado grave para soportarla. Si hoy me expulsas de la superficie de la tierra y tengo que ocultarme de tu presencia, andaré errante y vagando por el mundo; y cualquiera que me encuentre, me matará. Le respondió el Señor:
– No es así. El que mate a Caín lo pagará multiplicado por siete.
Y el Señor marcó a Caín, para que no lo matara quien lo encontrara.
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