Lucas 10, 25-37

Les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.

El buen samaritano
Mt 22,34-40; Mc 12,28-34

En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó:
– Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le contestó:
–¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? Respondió:
–Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón,
con toda tu alma,
con todas tus fuerzas,
con toda tu mente, y
al prójimo como a ti mismo. Entonces le dijo:
– Has respondido correctamente: obra así y vivirás. Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
–¿Y quién es mi prójimo? Jesús le contestó:
– Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta. ¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?
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