Marcos 5, 25-34

Había una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias; había sufrido mucho en manos de médicos, se había gastado su fortuna sin mejorar, y al contrario había empeorado. Oyendo hablar de Jesús, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el manto. Porque pensaba: Con sólo tocar su manto, quedaré sana. Al instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado sana. Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió entre la gente y preguntó:
–¿Quién me ha tocado el manto? Los discípulos le decían:
– Ves que la gente te está apretujando, y preguntas ¿quién te ha tocado? Él miraba alrededor para descubrir quién lo había tocado. La mujer, asustada y temblando, porque sabía lo que le había pasado, se acercó, se postró ante él y le confesó toda la verdad. Él le dijo:
– Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia.
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