Mateo 12, 1-15


Jesús y el sábado
Mc 2,23-28; Lc 6,1-5

En cierta ocasión, Jesús atravesaba unos campos de trigo en día sábado. Sus discípulos, hambrientos, se pusieron a arrancar espigas y comérselas. Los fariseos le dijeron:
– Mira, tus discípulos están haciendo en sábado una cosa prohibida. Él les respondió:
–¿No han leído lo que hizo David y sus compañeros cuando estaban hambrientos? Entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes. ¿No han leído en la ley que, en el templo y en sábado, los sacerdotes quebrantan el reposo sin incurrir en culpa? Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien mayor que el templo. Si comprendieran lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado.

Mc 3,1-6; Lc 6,6-11

Se dirigió a otro lugar y entró en su sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Le preguntaron, con intención de acusarlo, si era lícito sanar en sábado. Él respondió:
– Supongamos que uno de ustedes tiene una oveja y un sábado se le cae en un pozo: ¿no la agarraría y la sacaría? Ahora bien, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, está permitido en sábado hacer el bien. Entonces dijo al hombre:
– Extiende la mano.
Él la extendió y se le quedó tan sana como la otra. Los fariseos salieron y deliberaron cómo acabar con él. Pero Jesús se dio cuenta y se fue de allí.

Jesús, el Siervo de Dios

Le seguían muchos; sanaba a todos
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