II Corintios 4, 8-13

Nos vemos atribulados por todas partes, pero no abatidos; acorralados, pero no sin esperanza de un resquicio; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados llevando siempre y por todas partes, en el cuerpo, el estado de muerte que llevó Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. Pues nosotros, aunque vivos aún, nos vemos siempre entregados a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. Así la muerte opera en nosotros, y en vosotros la vida. Pero, teniendo el mismo espíritu de la fe según lo que está escrito: «Creí y por eso hablé» (Sal 116,10), nosotros también creemos y por esto hablamos
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