Hechos 20, 17-28

Desde Mileto envió a Éfeso a buscar a los presbíteros de la Iglesia. y cuando llegaron a él, les dijo: «Vosotros sabéis muy bien cómo me he portado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que puse el pie en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, lágrimas y adversidades, ocasionadas por las insidias de los judíos; cómo nada omití que os fuera de provecho ni dejé de predicaros e instruiros públicamente y casa por casa, anunciando solemnemente a judíos y a griegos la conversión a Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. Y ahora, encadenado por el Espíritu, voy camino de Jerusalén, sin saber lo que en ella me sucederá, fuera de que el Espíritu Santo en cada ciudad me va asegurando que me esperan cadenas y tribulaciones. Pero ya en nada estimo la vida, que sólo me será preciosa cuando termine mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús de anunciar el Evangelio de la gracia de Dios. Ahora bien: yo sé que no veréis más mi rostro, vosotros todos, entre los que pasé predicando el reino. Por ello quiero daros claro testimonio en el día de hoy que estoy limpio de la sangre de todos, porque no rehusé anunciaros todo el designio completo de Dios. Mirad por vosotros mismos y por toda la grey, en la cual el Espíritu Santo os ha constituido inspectores para ser pastores de la Iglesia de Dios, que él se adquirió con su propia sangre.
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