Hechos 28, 16-20

Cuando entramos en Roma, fue permitido a Pablo vivir en casa particular con el soldado que lo custodiaba. Al cabo de tres días, convocó a los principales de entre tos judíos. Y una vez reunidos, empezó diciéndoles: «Yo, hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres patrias, preso en Jerusalén, fui entregado en manos de los romanos, los cuales me sometieron a interrogatorio y pensaban soltarme al no encontrar en mí causa alguna digna de muerte. Pero, ante la oposición de los judíos, me vi obligado a apelar al César, no porque tuviera nada de que acusar a mi pueblo. Por esta causa he pedido veros y hablaros. Porque por la esperanza de Israel llevo yo esta cadena.»
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