Genesis 35, 1-9

Dijo Dios a Jacob: Levántate, sube a Betel y habita allí; y erige allí un altar al Dios que se te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. Dijo Jacob a los de su casa y a todos los que estaban con él: Retirad los dioses extranjeros que hay entre vosotros; purificaos y mudaos los vestidos. Después partiremos y subiremos a Betel, y edificaré allí un altar al Dios que me oyó el día de mi aflicción y que ha estado conmigo en el camino por el que he andado. Y entregaron a Jacob todos los dioses extranjeros que tenían en su poder y los pendientes de sus orejas, y Jacob los enterró al pie de la encina que hay en sikem. Levantaron después el campamento, y el terror divino invadió a las ciudades del contorno, de tal modo que no persiguieron a los hijos de Jacob. Llegó Jacob a Luz, que es Betel, en tierra de Canaán: él y todo el pueblo que iba con él. Edificó allí un altar, y llamó a aquel lugar Dios de Betel, porque allí se le había aparecido Dios cuando él huía de la presencia de su hermano. Murió Débora, la nodriza de Rebeca, y fue sepultada por debajo de Betel, al pie de la encina, a la que se llamó encina del Llanto. Dios se le apareció de nuevo a Jacob, cuando éste venía de PaddánAram, y lo bendijo.
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