Genesis 1, 1-16

Al principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba desierta y vacía. Había tinieblas sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas. Dijo Dios: Haya luz; y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de las tinieblas. Y a la luz llamó Dios día, y a las tinieblas noche. Y hubo tarde y mañana: día primero. Dijo Dios: Haya firmamento en medio de las aguas, que separe unas aguas de otras. E hizo Dios el firmamento, y separó las aguas que están debajo del firmamento de las que están encima del firmamento. Y así fue. Al firmamento llamó Dios cielo. Y hubo tarde y mañana: día segundo. Dijo Dios: Reúnanse en un lugar las aguas de debajo de los cielos y aparezca lo seco. Y así fue. A lo seco llamó Dios tierra, y a la reunión de las aguas llamó mar. Y vio Dios que estaba bien. Dijo Dios: Produzca la tierra vegetación: plantas con semillas, árboles frutales que den sobre la tierra fruto según su especie, con la semilla dentro. Y así fue. Y produjo la tierra vegetación: plantas con semilla según su especie, y árboles que dan fruto, con la semilla en él, según su especie. Y vio Dios que estaba bien. Y hubo tarde y mañana: día tercero. Y dijo Dios: Haya lumbreras en el firmamento de los cielos que separen el día de la noche, y que sirvan de señales para estaciones, días y años. Sirvan de lumbreras en el firmamento de los cielos que den luz sobre la tierra. Y así fue. Hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que dominara en el día, y la lumbrera menor para que dominara en la noche; y también las estrellas.
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