Hechos 12, 6-11

Cuando Herodes estaba a punto de sacarlo, aquella noche estaba Pedro atado con dos cadenas, durmiendo entre dos de los soldados, y unos centinelas vigilaban la cárcel delante de la puerta. Y he aquí, una luz resplandeció en la celda y apareció un ángel del Señor, el cual, tocando el costado de Pedro, lo despertó, diciendo: ¡Levántate pronto! Y cayeron las cadenas de sus manos. El ángel le dijo: Cíñete y átate tus sandalias. E hizo así. Y le dice: ¡Ponte tu manto y sígueme! Y saliendo, lo seguía; pero no entendía que lo que sucedía por medio del ángel era ° real, suponía ver una visión. Al pasar, pues, la primera y segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y saliendo, caminaron a lo largo de una calle, y súbitamente el ángel se apartó de él. Y Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor envió su ángel, y me libró de mano de Herodes, y de toda la expectación del pueblo de los judíos.
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