Hechos 16, 9-24

Y fue mostrada a Pablo una visión de noche: Cierto ° varón macedonio estaba de pie y le rogaba, diciendo: ¡Pasa a Macedonia y ayúdanos! Tan pronto como tuvo la visión, enseguida procuramos partir para Macedonia, concluyendo que DIOS nos había llamado para anunciarles la Buena Noticia. Dándonos ° a la vela desde Troas, navegamos directamente a Samotracia, y al día siguiente llegamos a Neápolis; y de allí a Filipos °, primera ciudad de la provincia de Macedonia y una colonia. Y en esta ciudad pasamos algunos días. Y en el día del sábado ° salimos fuera de la puerta, junto al río, donde suponíamos que había un lugar de oración; y sentándonos, hablábamos a las mujeres que se habían reunido °. Y estaba escuchando cierta mujer de nombre Lidia, de la ciudad de Tiatira, negociante en telas de púrpura, que reverenciaba a DIOS °. Y el Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que decía Pablo. Y cuando fue bautizada con su familia, nos rogó, diciendo: Si consideráis que soy fiel al Señor, entrad a posar en mi casa. Y nos constriñó. Aconteció que yendo nosotros al lugar de oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía ° espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos adivinando. Esta seguía a Pablo y a nosotros, gritando: Estos hombres son esclavos ° del DIOS Altísimo, quienes os anuncian un camino de salvación. Y esto hacía por muchos días, hasta que Pablo se disgustó, y volviéndose dijo al espíritu: ¡En nombre de JESUCRISTO te ordeno que salgas de ella! Y al momento salió de ella. Pero sus amos, al ver que había salido ° la esperanza de su ganancia, echaron mano a Pablo y a Silas, y los arrastraron hasta la plaza pública ante las autoridades, y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad, y proclaman costumbres que a nosotros, siendo romanos, no nos es lícito aceptar ni practicar. Y el pueblo se agolpó contra ellos, y los magistrados, rasgándoles los mantos, mandaron que los azotaran con varas. Después de propinarles muchos azotes, los echaron en la cárcel, ordenando al carcelero que los custodiara con seguridad. Al recibir esta orden, él los echó en el calabozo interior y les aseguró los pies en el cepo.
Ver contexto