Deuteronomio  1, 6-46

«El Señor nuestro Dios nos dijo en el Horeb: “Ya habéis pasado bastante tiempo en esta montaña. Poneos en marcha y dirigíos a la montaña de los amorreos y a todos los pueblos vecinos de la Arabá, a la montaña, a la Sefelá, al Negueb y a la costa —el territorio cananeo— al Líbano y hasta el Río Grande, el Éufrates. Mirad: yo os entrego esa tierra; id y tomad posesión de la tierra que el Señor juró dar a vuestros padres, Abrahán, Isaac y Jacob, y a sus descendientes”. Entonces yo os dije: “Yo solo no puedo cargar con vosotros. El Señor, vuestro Dios, os ha multiplicado, y hoy sois tan numerosos como las estrellas del cielo. Que el Señor, Dios de vuestros antepasados, os haga crecer mil veces más y os bendiga, como os prometió. Pero ¿cómo voy a soportar yo solo vuestras cargas, vuestros asuntos y vuestros pleitos? Elegid entre vuestras tribus hombres sabios, prudentes y expertos, y yo los nombraré jefes vuestros”. Y me contestasteis: “Está bien lo que nos propones”. Entonces tomé de los jefes de vuestras tribus, hombres sabios y expertos, y los constituí jefes vuestros: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez, y oficiales para vuestras tribus. Y di esta orden a vuestros jueces: “Escuchad a vuestros hermanos y juzgad con justicia las causas que surjan entre vuestros hermanos o con emigrantes. No seáis parciales en la sentencia, oíd por igual a pequeños y grandes; no os dejéis intimidar por nadie, que la sentencia es de Dios. Si una causa os resulta demasiado difícil, pasádmela, y yo la resolveré”. En aquella circunstancia os mandé todo lo que teníais que hacer. Partimos luego del Horeb y atravesamos todo ese inmenso y terrible desierto que habéis visto, camino de la montaña de los amorreos, como el Señor nuestro Dios nos había mandado, y entramos en Cadés Barnea. Entonces os dije: “Habéis llegado a la montaña de los amorreos, que el Señor nuestro Dios nos da. Mira: El Señor, tu Dios, te entrega esta tierra. Sube y toma posesión de ella, como te ha dicho el Señor, Dios de tus padres. No temas ni te acobardes”. Entonces todos vosotros acudisteis a mí y dijisteis: “Enviemos por delante hombres que exploren la tierra y nos informen acerca del camino por donde hemos de subir y de las ciudades a donde hemos de entrar”. Me pareció bien la propuesta y tomé doce hombres de entre vosotros, uno por cada tribu. Ellos partieron y subieron hacia la montaña y llegaron hasta el valle de Escol y lo exploraron. Recogieron frutos de la tierra, descendieron y nos informaron: “La tierra que el Señor nuestro Dios va a darnos es buena”. Pero vosotros no quisisteis subir, os rebelasteis contra la orden del Señor, vuestro Dios, y murmurasteis en vuestras tiendas: “Por odio nos ha sacado el Señor de Egipto, para entregarnos en manos de los amorreos y aniquilarnos. ¿Adónde vamos a subir? Nuestros hermanos nos han descorazonado al decir: ‘Es un pueblo más grande y corpulento que nosotros; las ciudades son grandes y fortificadas hasta el cielo. Y hasta anaquitas hemos visto allí’”. Yo os dije: “No os asustéis ni les tengáis miedo. El Señor, vuestro Dios, que os precede, combatirá por vosotros, como hizo ante vuestros mismos ojos en Egipto y en el desierto, donde has visto que el Señor, tu Dios, te llevaba, como un padre lleva a su hijo, a lo largo de todo el camino que habéis recorrido hasta llegar a este lugar”. Pero aun así no creísteis en el Señor, vuestro Dios, que os precedía en el camino para buscaros un lugar donde acampar, de noche mediante el fuego, para indicaros el camino que debíais seguir, y de día mediante la nube. El Señor oyó vuestras murmuraciones, se irritó y juró: “Ni uno solo de estos hombres, de esta generación perversa, verá la tierra buena que yo juré dar a vuestros padres, excepto Caleb, hijo de Jefone; él la verá y yo les daré, a él y a sus hijos, la tierra que ha pisado, por haber seguido plenamente al Señor”. También conmigo se irritó el Señor, por culpa vuestra, y me dijo: “Tampoco tú entrarás en ella. Será Josué, hijo de Nun, tu ayudante, quien entrará allí; anímalo, porque él hará que Israel posea la tierra”. Vuestros pequeños, de quienes dijisteis que servirían de botín, y vuestros hijos, que hoy no distinguen aún el bien del mal, ellos entrarán allí; a ellos se la daré y ellos la poseerán. Vosotros poneos en marcha y dirigíos hacia el desierto, camino del mar Rojo”. Entonces me respondisteis: “Hemos pecado contra el Señor. Nosotros subiremos a combatir, como el Señor nuestro Dios nos ha mandado”. Y os ceñisteis las armas y osasteis subir a la montaña. Pero el Señor me dijo: “Diles: No subáis a combatir, para que no seáis derrotados por vuestros enemigos, pues yo no estaré con vosotros”. Yo os lo dije, pero no me escuchasteis, os rebelasteis contra la orden del Señor y os obstinasteis en subir a la montaña. Los amorreos, que habitan en esa montaña, salieron a vuestro encuentro, os persiguieron como lo hacen las abejas y os derrotaron desde Seír hasta Jormá. Entonces volvisteis y llorasteis ante el Señor, pero el Señor no escuchó vuestra voz ni os hizo caso. Por eso tuvisteis que pasar tanto tiempo en Cadés; todo el tiempo que habéis estado allí.
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