Isaías 38, 9-20

Poema de Ezequías, rey de Judá, con ocasión de su enfermedad y restablecimiento: Yo pensé: «En medio de mis días | tengo que marchar hacia las puertas del abismo; | me privan del resto de mis años». Yo pensé: «Ya no veré más al Señor | en la tierra de los vivos, | ya no miraré a los hombres | entre los habitantes del mundo. Levantan y enrollan mi vida | como una tienda de pastores. | Como un tejedor, devanaba yo mi vida, | y me cortan la trama». | Día y noche me estás acabando, sollozo hasta el amanecer. | Me quiebras los huesos como un león, | día y noche me estás acabando. Estoy piando como una golondrina, | gimo como una paloma. | Mis ojos mirando al cielo se consumen: | ¡Señor, me oprimen, sal fiador por mí! ¿Qué le diré para que me responda, | cuando es él quien lo hace? | Caminaré todos mis años | con la amargura en mi alma. El Señor está cerca de los suyos: | ¡Señor, en ti espera mi corazón!, | que se reanime mi espíritu. | Me has curado, me has hecho revivir, la amargura se me volvió paz | cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía | y volviste la espalda a todos mis pecados. El abismo no te da gracias, | ni la muerte te alaba, | ni esperan en tu fidelidad | los que bajan a la fosa. Los vivos, los vivos son quienes te alaban: | como yo ahora. | El padre enseña a sus hijos tu fidelidad. Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas | todos nuestros días en la casa del Señor.
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