Isaías 40, 1-31

° «Consolad, consolad a mi pueblo | —dice vuestro Dios—; hablad al corazón de Jerusalén, | gritadle, | que se ha cumplido su servicio | y está pagado su crimen, | pues de la mano del Señor ha recibido | doble paga por sus pecados». Una voz grita: | «En el desierto preparadle | un camino al Señor; | allanad en la estepa | una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, | que montes y colinas se abajen, | que lo torcido se enderece | y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, | y la verán todos juntos | —ha hablado la boca del Señor—». Dice una voz: «Grita». | Respondo: «¿Qué debo gritar?». | «Toda carne es hierba | y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, | cuando el aliento del Señor | sopla sobre ellos; | sí, la hierba es el pueblo; se agosta la hierba, se marchita la flor, | pero la palabra de nuestro Dios | permanece para siempre». Súbete a un monte elevado, | heraldo de Sión; | alza fuerte la voz, | heraldo de Jerusalén; | álzala, no temas, | di a las ciudades de Judá: | «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder | y con su brazo manda. | Mirad, viene con él su salario | y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, | reúne con su brazo los corderos | y los lleva sobre el pecho; | cuida él mismo a las ovejas que crían». ° ¿Quién ha medido el mar | con el cuenco de sus manos | y mensurado a palmos el cielo, | o con una medida el polvo de la tierra? | ¿Quién ha pesado en la báscula los montes | y en la balanza las colinas? ¿Quién ha medido el espíritu del Señor? | ¿Qué consejero lo ha instruido? ¿Con quién se aconsejó para comprender, | para que lo instruyera | en el camino del derecho, | le enseñara el saber | y le diera a conocer la prudencia? Mirad, las naciones son gotas en un cubo; | pesan lo que el polvo en la balanza. | Mirad, las islas pesan lo que un grano. El Líbano no basta para leña, | ni sus fieras para el holocausto. Las naciones son como nada en su presencia. | Ante él son valoradas como nada y confusión. ¿Con quién podréis comparar a Dios | y qué imagen pondréis en su lugar? ¿Un ídolo? Un artesano lo funde, | el orfebre lo recubre de oro | y un platero le suelda cadenas de plata. Alguno escoge una madera fina | que no se desgaste, | se busca un hábil artesano | para hacerse una imagen resistente. ¿No lo sabéis? ¿No lo habéis oído? | ¿No os lo anunciaron desde el principio? | ¿No habéis percibido quién fundó la tierra? Es él, que tiene su trono sobre el círculo de la tierra, | cuyos habitantes son como saltamontes. | Es él, que extiende el cielo como un toldo, | como tienda habitable lo despliega. Es él, que reduce a nada a los que mandan, | y declara inhábiles a los jueces del país. Apenas plantados, apenas sembrados, | apenas arraigan sus brotes en tierra, | sopla sobre ellos y se agostan, | el vendaval se los lleva como paja. «¿Con quién podréis compararme, | quién es semejante a mí?», dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y mirad: | ¿quién creó todo esto? | Es él, que despliega su ejército al completo | y a cada uno convoca por su nombre. | Ante su grandioso poder, y su robusta fuerza, | ninguno falta a su llamada. ¿Por qué andas diciendo, Jacob, | y por qué murmuras, Israel: | «Al Señor no le importa mi destino, | mi Dios pasa por alto mis derechos?». ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído? | El Señor es un Dios eterno | que ha creado los confines de la tierra. | No se cansa, no se fatiga, | es insondable su inteligencia. Fortalece a quien está cansado, | acrecienta el vigor del exhausto. Se cansan los muchachos, se fatigan, | los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor | renuevan sus fuerzas, | echan alas como las águilas, | corren y no se fatigan, | caminan y no se cansan.
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