Isaías 9, 1-21

(8:23) ¡No habrá ya oscuridad para la tierra que está angustiada! En otro tiempo humilló el Señor la tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí, pero luego ha llenado de gloria el camino del mar, el otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. (9:1) El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; | habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló. (2) Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; | se gozan en tu presencia, como gozan al segar, | como se alegran al repartirse el botín. (3) Porque la vara del opresor, el yugo de su carga, | el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián. (4) Porque la bota que pisa con estrépito | y la túnica empapada de sangre | serán combustible, pasto del fuego. (5) Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: | lleva a hombros el principado, y es su nombre: | «Maravilla de Consejero, Dios fuerte, | Padre de eternidad, Príncipe de la paz». (6) Para dilatar el principado, con una paz sin límites, | sobre el trono de David y sobre su reino. | Para sostenerlo y consolidarlo | con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. | El celo del Señor del universo lo realizará. (7) El Señor ha lanzado una amenaza contra Jacob, | que caerá sobre Israel. (8) La entenderá el pueblo entero, | Efraín y los habitantes de Samaría, | que andan diciendo con soberbia y presunción: (9) «Si se han caído los ladrillos, | construiremos con sillares; | si han cortado los sicómoros, | los sustituiremos por cedros». (10) El Señor levantará a sus enemigos contra él, | e incitará a sus adversarios: (11) al Oriente Siria, los filisteos a Occidente: | devorarán a Israel de un bocado. | Y con todo, su ira no se aplaca | y su mano sigue extendida. (12) Porque el pueblo no se ha vuelto a quien lo castigaba, | ni ha buscado al Señor del universo, (13) el Señor cortará de Israel cabeza y cola, | palmera y junco en un solo día. (14) El anciano y el noble son la cabeza, | y el profeta, maestro de mentiras, es la cola. (15) Los que guían a este pueblo lo extravían, | y los guiados perecen. (16) Por eso, el Señor no se apiada de los jóvenes, | no tiene compasión de huérfanos y viudas; | porque todos son impíos y perversos, | y toda boca profiere necedades. | Y con todo, su ira no se aplaca | y su mano sigue extendida. (17) Se propaga la maldad como un incendio | que consume zarzas y cardos: | arde en la espesura del bosque | y se enrosca en columnas de humo. (18) Por la ira del Señor del universo arde el país, | y el pueblo es pasto del fuego: | ninguno se apiada de su hermano; (19) destroza a la derecha, y sigue hambriento, | devora a la izquierda, y no se sacia. | Cada uno devora la carne de su prójimo: (20) Manasés a Efraín, Efraín a Manasés, | juntos, los dos contra Judá. | Y con todo, su ira no se aplaca | y su mano sigue extendida.
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