Sabiduría 19, 1-22

Pero sobre los impíos descargó hasta el fin una ira despiadada, | porque Dios sabía de antemano lo que iban a hacer: que, tras dejarlos marchar y urgirlos con prisas, | cambiarían de parecer y saldrían a perseguirlos. De hecho, aún estaban en los funerales | y llorando sobre las tumbas de los muertos, | cuando concibieron otro plan disparatado, | y a los que antes habían suplicado para que se fueran, | los persiguieron como fugitivos. Su merecido destino los arrastraba a tales extremos | y los hacía olvidarse del pasado, | para que completaran el castigo que aún faltaba a sus tormentos y, mientras tu pueblo realizaba un viaje maravilloso, | encontraran ellos una muerte insólita. Porque toda la creación, obediente a tus órdenes, | cambió radicalmente su misma naturaleza, | para guardar incólumes a tus hijos. Se vio una nube que daba sombra al campamento, | la tierra firme que emergía donde antes había agua, | el mar Rojo convertido en un camino practicable | y el oleaje impetuoso en una verde llanura, por donde pasaron en masa los protegidos por tu mano, | contemplando prodigios admirables. Pacían como caballos, | y retozaban como corderos, | alabándote a ti, Señor, su libertador. Todavía recordaban lo sucedido en su destierro: | cómo la tierra, y no los animales, produjo mosquitos, | y cómo el río, en lugar de peces, arrojó multitud de ranas. Más tarde vieron también un nuevo modo de nacer las aves, | cuando, acuciados por el apetito, pidieron manjares exquisitos y, para satisfacerlos, salieron del mar las codornices. Y los castigos cayeron sobre los pecadores, | no sin el previo aviso de violentos rayos, | pues justamente sufrían por sus propias maldades | y por haber albergado el odio más feroz contra los extranjeros. Hubo quienes no acogieron a unos visitantes desconocidos, | pero estos esclavizaron a unos huéspedes bienhechores. Más aún —y de eso se les pedirá cuentas—, | acogieron hostilmente a los extranjeros; pero estos, después de recibir con agasajos | a los que gozaban de los mismos derechos que ellos, | los maltrataron con trabajos terribles. Y también fueron heridos de ceguera, | como aquellos que a la puerta del justo Lot, | envueltos en densas tinieblas, | buscaban cada uno la entrada de su puerta. Los elementos se intercambiaban sus propiedades, | igual que los sonidos del arpa pueden cambiar el ritmo, | manteniendo la misma tonalidad. | Y esto se deduce claramente a la vista de lo sucedido; pues los seres terrestres se volvían acuáticos, | y los que nadan se paseaban por la tierra. El fuego aumentaba en el agua su propia fuerza | y el agua olvidaba su poder extintor. Las llamas, por el contrario, no consumían las carnes | de los débiles animales que entre ellas caminaban, | ni derretían aquella especie de manjar divino, | parecido a la escarcha y tan fácil de derretir. ° En todo, Señor, engrandeciste y glorificaste a tu pueblo, | y no dejaste de asistirle en todo tiempo y lugar ° .
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