I Samuel 17, 31-54

Los que habían oído las palabras que dijo David se las comunicaron a Saúl, y este lo mandó llamar. David dijo a Saúl: "No hay que desanimarse a causa de ese; tu servidor irá a luchar contra el filisteo". Pero Saúl respondió a David: "Tú no puedes batirte con ese filisteo, porque no eres más que un muchacho, y él es un hombre de guerra desde su juventud". David dijo a Saúl: "Tu servidor apacienta el rebaño de su padre, y siempre que viene un león o un oso y se lleva una oveja del rebaño, yo lo persigo, lo golpeo y se la arranco de la boca; y si él me ataca, yo lo agarro por la quijada y lo mato a golpes. Así he matado leones y osos, y ese filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a las huestes del Dios viviente". Y David añadió: "El Señor, que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo". Entonces Saúl dijo a David: "Ve, y que el Señor esté contigo". Saúl vistió a David con su propia indumentaria, le puso en la cabeza un casco de bronce y lo cubrió con una coraza. Después, David se ciñó la espada de Saúl por encima de su indumentaria, e hizo un esfuerzo para poder caminar, porque no estaba entrenado. Entonces David dijo a Saúl: "No puedo caminar con todas estas cosas porque no estoy entrenado". Y David se las quitó. Luego tomó en la mano su bastón, eligió en el torrente cinco piedras bien lisas, las puso en su bolsa de pastor, en la mochila, y con la honda en la mano avanzó hacia el filisteo. El filisteo se fue acercando poco a poco a David, precedido de su escudero. Y al fijar sus ojos en David, el filisteo lo despreció, porque vio que era apenas un muchacho, de tez clara y de buena presencia. Entonces dijo a David: "¿Soy yo un perro para que vengas a mí armado de palos?". Y maldijo a David invocando a sus dioses. Luego le dijo: "Ven aquí, y daré tu carne a los pájaros del cielo y a los animales del campo". David replicó al filisteo: "Tú avanzas contra mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de las huestes de Israel, a quien tú has desafiado. Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; yo te derrotaré, te cortaré la cabeza, y daré tu cadáver y los cadáveres del ejército filisteo a los pájaros del cielo y a los animales del campo. Así toda la tierra sabrá que hay un Dios para Israel. Y toda esta asamblea reconocerá que el Señor da la victoria sin espada ni lanza. Porque esta es una guerra del Señor, y él los entregará en nuestras manos". Cuando el filisteo se puso en movimiento y se acercó cada vez más para enfrentar a David, este enfiló velozmente en dirección al filisteo. En seguida se metió la mano en su bolsa, sacó de ella una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente, y él cayó de bruces contra el suelo. Así venció David al filisteo con la honda y una piedra; le asestó un golpe mortal, sin tener una espada en su mano. David fue corriendo y se paró junto al filisteo; le agarró la espada, se la sacó de la vaina y lo mató, cortándole la cabeza. Al ver que su héroe estaba muerto, los filisteos huyeron. Inmediatamente, los hombres de Israel y de Judá lanzaron el grito de guerra y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat y hasta las puertas de Ecrón. Muchos filisteos cayeron heridos de muerte por el camino de Dos Puertas, hasta Gat y Ecrón. Después, los israelitas volvieron de su encarnizada persecución contra los filisteos y saquearon su campamento. David tomó la cabeza del filisteo y la llevó a Jerusalén, pero dejó las armas en su propia carpa.
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