Oseas  2, 4-15

¡Acusen a su madre, acúsenla! Porque ella no es mi mujer ni yo soy su marido. Que aparte de su rostro sus prostituciones, y sus adulterios de entre sus senos. Si no, la desnudaré por completo y la dejaré como el día en que nació; haré de ella un desierto, la convertiré en tierra árida y la haré morir de sed. Y no tendré compasión de sus hijos, porque son hijos de prostitución. Sí, su madre se prostituyó, la que los concibió se cubrió de vergüenza, porque dijo: "Iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas". Por eso voy a obstruir su camino con espinas, la cercaré con un muro, y no encontrará sus senderos. Irá detrás de sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los encontrará. Entonces dirá: Volveré con mi primer marido, porque antes me iba mejor que ahora". Ella no reconoció que era yo el que le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite fresco; el que le prodigaba la plata y el oro que ellos emplearon para Baal. Por eso retiraré mi trigo a su tiempo y mi vino en su estación; arrancaré mi lana y mi lino, con los que cubría su desnudez. Ahora descubriré su deshonra a la vista de todos sus amantes, y nadie la librará de mi mano. Haré cesar toda su alegría, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados y todas sus solemnidades. Devastaré su viña y su higuera, de las que ella decía: "Este es el salario que me dieron mis amantes". Las convertiré en una selva y las devorarán los animales del campo. Le pediré cuenta por los días de los Baales, a los que ella quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar e iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí -oráculo del Señor-.
Ver contexto