I Corintios 9, 5-18

¿No tenemos derecho a llevar en nuestras peregrinaciones una mujer hermana, igual que los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas? ¿O acaso solamente yo y Bernabé estamos obligados a vivir de nuestro trabajo? ¿Quién jamás milita a sus propias expensas? ¿Quién planta una viña y no come de su fruto? ¿Quién apacienta un rebaño y no come de su leche? Y esto, no sólo según el común sentir de los hombres, la misma Ley dice también esto, Porque en la Ley de Moisés está escrito: “No pongáis bozal al buey que trilla.” ¿Es que Dios se ocupa de los bueyes? ¿No es más bien por nosotros por quienes lo dice? Por nosotros, sin duda, se escribió. Que esperando los frutos ara el que ara y trilla el que trilla. Si sembramos en vosotros bienes espirituales, ¿qué mucho que recojamos bienes materiales? Si otros tienen derecho a participar en vuestros bienes, ¿no lo tendremos más nosotros? Pero no hemos hecho uso de este nuestro derecho, antes hemos soportado todo género de privaciones para no poner obstáculo alguno al Evangelio de Cristo. ¿No sabéis que los que ejercen las funciones sagradas viven del santuario, y los que sirven al altar, del altar participan? Pues así ha ordenado el Señor a los que anuncian el Evangelio que vivan del Evangelio. Pero yo no hago uso de este derecho. Ni escribo esto ahora para hacerlo valer. Prefiero morir antes que privarme de esta mi gloria. Porque evangelizar no es gloria para mí, sino necesidad. ¡Ay de mí si no evangelizara! Si de mi voluntad lo hiciera, tendría recompensa; pero si lo hago por fuerza, es como si ejerciera una administración que me ha sido confiada." ¿En qué está, pues, mi mérito? En que al evangelizar lo hago gratuitamente, sin hacer valer mis derechos por la evangelización.
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