I Macabeos 3, 1-60

Le sucedió Judas, apellidado Macabeo, a quien apoyaron sus hermanos y cuantos habían seguido a su padre, y combatían alegremente los combates de Israel. Y dilató la gloria de su pueblo y, como héroe, se vistió la coraza, y se ciñó sus armas para guerrear, y trabó batallas, protegiendo con su espada el campamento. Por sus hazañas se pareció al león y al cachorro que ruge en busca de la presa. Persiguió a los impíos, despintándoles, y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo. Los impíos se sobrecogieron de miedo ante él; los obradores de la iniquidad se turbaron. En sus manos llegó a buen término la salvación." Dio en qué entender a muchos reyes y fue el regocijo de Jacob con sus hazañas. Por los siglos perdurará su memoria en bendición. Recorrió las ciudades de Judá, exterminó a los impíos de ellas y alejó de Israel la ira. Llegó su nombre hasta los confines de la tierra y reunió a los dispersos. Apolonio movilizó a los gentiles y a un fuerte ejército de Samaría para hacer la guerra contra Israel. Así que lo supo Judas, le salió al encuentro, derrotóle y le dio muerte. Muchos cayeron gravemente heridos y huyeron los demás. Se apoderó de sus despojos y de la espada de Apolonio, de la cual se sirvió en la guerra todos los días de su vida. Cuando llegó a oídos de Serón, jefe del ejército de Siria, que Judas había juntado gente y que una muchedumbre de fieles a la Ley combatía a su lado, se dijo: “Me haré famoso y ganaré gloria en el reino combatiendo a Judas y a los suyos, que desprecian los decretos del rey.” Y, preparada la segunda expedición, salió y subió con poderoso ejército, al cual se unieron los impíos para apoyarle y tomar venganza de los hijos de Israel. Cuando llegaban a la subida de Betorón, les salió al paso Judas con un puñado de hombres. Estos, viendo el ejército que venía contra ellos, dijeron a Judas: “¿Cómo podremos nosotros, tan pocos, luchar contra tan poderosa muchedumbre, y menos estando, como estamos hoy, extenuados por el ayuno?” Pero Judas les contestó: “Fácil cosa es entregar una muchedumbre en manos de pocos, que para el Dios del cielo no hay diferencia entre salvar con muchos o con pocos;" y no está en la muchedumbre la victoria en la guerra: del cielo viene la fuerza. Estos llegan a nosotros llenos de orgullo e impiedad, para apoderarse de nosotros, de nuestras mujeres e hijos, y saquearnos, mientras que nosotros luchamos por nuestras vidas y por nuestras leyes. El los aplastará a nuestros ojos; no tengáis miedo de ellos.” Así que acabó de hablar, los acometió con decisión, derrotando a Serón y a su ejército. Los persiguió Judas por la bajada de Betorón hasta el llano, quedando en el campo unos ochocientos hombres y huyendo los demás a tierra de los filisteos. Con esto, el espanto y el miedo a Judas y a sus hermanos se apoderó de las naciones vecinas. La fama de su nombre llegó hasta el rey, y en todas las naciones se contaban sus batallas. El rey Antíoeo, en teniendo noticia de estos sucesos, se encendió en ira, y dio orden de juntar todas las fuerzas del reino, un ejército poderosísimo. Abrió sus tesoros y pagó la soldada a su ejército por un año, ordenando que estuviesen preparados para todo evento. Viendo el rey que sus tesoros habían quedado exhaustos y que los tributos eran escasos por las disensiones y calamidades que él había traído sobre la tierra, en su empeño de suprimir las leyes que habían estado en uso desde los días antiguos, temió no tener, como otras veces le había sucedido, para los gastos y los donativos, que solía repartir con más larga mano y mayor prodigalidad que sus antecesores. En este grave aprieto, resolvió ir a Persia a cobrar los tributos de las provincias y reunir mucho dinero. Dejó a Lisias, hombre ilustre y de linaje real, al frente de los negocios del reino desde el Eufrates hasta los confines de Egipto y con el cargo de velar por su hijo Antíoeo hasta su vuelta. Puso a su disposición la mitad de su ejército y los elefantes, encomendándole la ejecución de sus planes, y sobre todo lo de Judea y Jerusalén. Debía enviar contra ellos el ejército, aplastar y destruir la fuerza de Israel y las reliquias de Jerusalén, hasta borrar de la tierra su memoria, e instalar extranjeros en sus confines, distribuyéndoles la tierra por suerte. La otra mitad del ejército la llevó consigo el rey, que partió de Antio-quía, la capital de su reino, el año 147, y, atravesando el Eufrates, se dirigió hacia las regiones altas. Escogió Lisias a Tolomeo, hijo de Dorimeno; a Nicanor y a Gorgias, varones valerosos de entre los amigos del rey;" y envió con ellos cuarenta mil hombres y siete mil caballos para invadir la Judea y arrasarla, según el mandato del rey. Partieron con todo su ejército y vinieron a acampar cerca de Emaús, en la llanura. Cuando los mercaderes de la región tuvieron noticia de su llegada, tomaron muchísima plata, oro y cadenas para comprar los hijos de Israel como esclavos. A ellos se agregaron fuerzas de Idumea y del país de los filisteos. Viendo Judas y sus hermanos que las cosas iban de mal en peor y que los ejércitos acampaban en sus confines, y conocedores de las órdenes dadas por el rey de destruir y exterminar al pueblo, se dijeron unos a otros: “Salvemos a nuestra nación de su ruina y combatamos por nuestro pueblo y por el santuario.” Y convocaron la asamblea para disponerse a la guerra, orando e implorando clemencia y misericordia. Jerusalén estaba despoblada como un desierto; no había quien de sus hijos entrase o saliese. Su santuario estaba conculcado, y los hijos de los extranjeros moraban en la ciudadela. Era ésta albergue de los gentiles; el gozo de Jacob había desaparecido, y habían enmudecido la flauta y la cítara." Se reunieron y vinieron a Masfa, frente a Jerusalén, pues en otro tiempo había sido Masfa un lugar de oración para Israel. Ayunaron aquel día, se vistieron de saco, pusieron ceniza sobre sus cabezas, rasgaron sus vestiduras y extendieron el libro de la Ley, buscando en él lo que los gentiles preguntan a las imágenes de sus ídolos. Trajeron los vestidos sacerdotales, las primicias y los diezmos, e hicieron venir a nazarees que habían cumplido los días de su consagración;" y a voces clamaron al cielo, diciendo: “¿Qué vamos a hacer con éstos y adonde vamos a llevarlos? Porque tu santuario está hollado y profanado; tus sacerdotes, en luto y humillación," y ahora los gentiles se han reunido contra nosotros para destruirnos. Tú sabes las cuentas que echan sobre nosotros. ¿Cómo podremos hacerles frente si tú no nos ayudas?” Y tocaron las trompetas y clamaron a grandes voces. Después de esto instituyó Judas jefes del pueblo, de millares, centenas, cincuentenas y decenas, y dijeron a los que edificaban casas, a los que habían tomado mujer, a los que habían plantado una viña y a los tímidos, que se volvieran cada uno a su casa, conforme a la prescripción de la Ley, y, levantando el campo, vinieron a ponerse al sur de Emaús. Dijo Judas a los suyos: “Preparaos y portaos como valientes, prontos a luchar mañana temprano contra estas gentes que se han reunido contra nosotros para destruirnos y destruir nuestro santuario. Mejor es morir combatiendo que contemplar las calamidades de nuestro pueblo y del santuario. En todo caso, hágase la voluntad del cielo.”
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