I Reyes 3, 3-8

Salomón amaba a Yahvé y marchaba según las órdenes de David, su padre, pero sacrificaba y quemaba perfumes en los altos. Fue el rey a sacrificar a Gabaón, que era uno de los principales altos. Mil holocaustos ofreció Salomón en aquel altar. Yahvé se le apareció en Gabaón durante la noche, en sueños, y le dijo: “Pídeme lo que quieras que te dé.” Salomón respondió: “Tú hiciste gran misericordia a David, mi padre, conforme marchaba él en tu presencia en la fidelidad, en la justicia y en la rectitud de corazón ante ti; le has guardado esta misericordia, dándole un hijo f?e se sentara sobre su trono, como lo está hoy." Ahora, pues, ¡oh Yahvé! mi Dios, que has hecho reinar a tu siervo en el lugar de David, mi padre, no siendo yo más que un jovencito, que no sabe por dónde ha de entrar y por dónde ha de salir, y que está tu siervo en medio del pueblo que tú te elegiste, un pueblo grande, que por su muchedumbre no puede contarse ni numerarse,
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