I Reyes 8, 12-53

Entonces dijo Salomón: “Yahvé, has dicho que habitarías en la oscuridad. Yo he edificado una casa para que sea tu casa, el lugar de tu habitación para siempre.” Volvióse el rey y bendijo a toda la asamblea de Israel, mientras toda la asamblea de Israel se tenía en pie, y dijo: “Bendito Yahvé, Dios de Israel, que con su misma boca habló a David, mi padre, y ha cumplido con su mano lo que había prometido, diciendo: “Desde el día en que yo saqué de Egipto a mi pueblo, Israel, no he elegido ciudad de entre todas las tribus de Israel para que en ella se me edificase una casa consagrada a mi nombre, aunque elegí a David para que reinase sobre mi pueblo, Israel.” David, mi padre, tuvo en su corazón edificar una casa al nombre de Yahvé, Dios de Israel;" pero Yahvé dijo a David, mi padre: “Tú tenías en tu corazón el deseo de edificar una casa a mi nombre; has hecho bien en tener esta voluntad," pero no edificarás tú la casa; tu hijo, salido de tus entrañas, edificará casa a mi nombre,” Yahvé ha cumplído la palabra que dio. Yo me he levantado en el lugar de David, mi padre, y me siento sobre el trono de Israel, como se lo había anunciado Yahvé, y he edificado la casa al nombre de Yahvé, Dios de Israel. He dispuesto un lugar para el arca de la alianza de Yahvé, de la alianza que hizo con nuestros padres al sacarlos de la tierra de Egipto.” Púsose Salomón ante el altar de Yahvé en presencia de toda la asamblea de Israel, y, tendiendo sus manos al cielo, dijo: “Yahvé, Dios de Israel: No hay Dios semejante a ti ni en lo alto de los cielos ni abajo sobre la tierra. Tú guardas la alianza y la misericordia con tus siervos, los que de todo corazón andan en tu presencia. Así has mantenido tu palabra a tu siervo David, mi padre, y lo que por tu boca dijiste, lo has cumplido hoy con tu mano. Ahora, pues, ¡oh Yahvé, Dios de Israel! guarda la promesa que a David, mi padre, hiciste diciendo: No faltará de ti varón delante de mí que se siente en el trono de Israel, siempre que tus hijos sigan mis caminos y anden delante de mí como has andado tú. Cúmplase ahora, ¡oh Yahvé, Dios de Israel! la palabra que a David, tu siervo, mi padre, dijiste. Pero, en verdad, ¿morará Dios sobre la tierra? Los cielos y los cielos de los cielos no son capaces de contenerte. ¡Cuánto menos esta casa que yo he edificado! Mas, con todo, atiende a la plegaria de tu siervo, ¡oh Yahvé, Dios mío! y oye la oración que ante ti hace hoy tu siervo. Que estén abiertos tus ojos noche y día sobre este lugar, del que has dicho: “En él estará mi nombre,” y oye toda oración que tu siervo haga en este lugar. Oye, pues, la oración de tu siervo y la de tu pueblo, Israel; cuando oren en este lugar, óyela tú también desde el lugar de tu morada de los cielos, y, oyendo de la perdona." Cuando pecare alguno contra su prójimo y, haciéndolo jurar, le tomen juramento delante de tu altar en esta casa, oye tú desde los cielos, y obra juzgando a tus siervos, condenando al impío, haciendo recaer su maldad sobre su cabeza y justificando al justo para retribuirle según su justicia. Cuando tu pueblo, Israel, cayere ante sus enemigos por haber pecado contra ti, y, vueltos a ti, confiesen tu nombre y oren, y te rue-guen, y te supliquen en esta casa, óyelos tú en los cielos, y perdona el pecado de tu pueblo, Israel, y restituyelos a la tierra que diste a sus padres. Cuando se cierre el cielo y no llueva por haber ellos pecado contra ti, y te rueguen en este lugar, invocando tu nombre, convertidos del pecado por haberlos tú afligido, oye tú en los cielos, y perdona el pecado de tus siervos y de tu pueblo, Israel, enseñándoles el recto camino por donde han de ir y dando las lluvias a su tierra, la que por heredad diste a tu pueblo. Cuando haya en la tierra hambre o pestilencia, o tizón, añublo, langosta o pulgón invadan la tierra; y cuando el enemigo asedie a tu pueblo en su tierra, en sus ciudades; cuando haya enfermedades y plagas de cualquier clase;" si cada uno, si todo tu pueblo, Israel, reconociendo la llaga de su corazón y alzando las manos hacia este lugar, te hiciere oraciones y súplicas, óyelas desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdona. Obra con cada uno según sus caminos, y según ellos retribuyelos tú, que escudriñas el corazón de todos los hijos de los hombres, y ellos te temerán durante todo el tiempo que habiten en la tierra que diste a nuestros padres. Cuando el extranjero, el que no es de tu pueblo, Israel, venga de tierra lejana por la fama de tu nombre, porque se sabrá que tu nombre es grande, fuerte tu mano y tendido tu brazo; cuando venga a orar a ti en esta casa," óyele desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y otorga a ese extranjero lo que pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre para temerte como tu pueblo, Israel, y sepan que tu nombre es invocado en esta casa que yo he edificado. Cuando salga el pueblo para combatir a sus enemigos por el camino que tú les señalares, si dirigen a Yahvé sus plegarias, vueltos sus ojos a la ciudad que tú has elegido y a la casa que yo he edificado a tu nombre, oye desde los cielos sus oraciones y hazles justicia. Si hubieren pecado contra ti, pues no hay hombre que no peque, y estuvieres tú airado contra ellos, y los entregares al enemigo para que los cautive y los lleve a tierra enemiga, lejana o cercana;" si ellos vuelven en sí en la tierra de su cautividad y, convertidos a ti, te suplican en la tierra adonde los llevaren y dicen: Hemos pecado, hemos hecho el mal, hemos cometido impiedad, y se convierten a ti de todo su corazón y de toda su alma, en la tierra de los enemigos que los cautivaron, y oran a ti, hacia su tierra, la que diste a sus padres, y hacia la ciudad que elegiste y la casa que yo he edificado a tu nombre, oye en los cielos, en la habitación de tu morada, su oración y su súplica y hazles justicia. Perdona, pues, a tu pueblo, que ha pecado contra ti, todas las infracciones con que contra ti se rebelaron, y haz que hagan con ellos misericordia los que los hubieran llevado cautivos;" porque son tu pueblo y tu heredad, que tú sacaste de Egipto, de en medio del horno de hierro. Que estén abiertos tus ojos a las oraciones de tu siervo y a la plegaria de tu pueblo, Israel, para oírlos en todo aquello en que te invoquen, pues que tú los separaste para ti, por heredad tuya, de entre todos los pueblos de la tierra, corno lo dijiste por medio de Moisés, tu siervo, cuando sacaste de Egipto a nuestros padres, ¡oh Señor, Yahvé!”
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