II Macabeos 10, 1-38

El Macabeo y los suyos, con la ayuda del Señor, lograron ocupar el templo y la ciudad. Destruyeron las aras alzadas por los extranjeros en las plazas y los bosques sagrados. Después de dos años de interrupción, purificado el templo, erigieron otro altar, y con fuego sacado de pedernales ofrecieron sacrificios; encendieron de nuevo las luces, quemaron el incienso y presentaron los panes de la proposición." Hecho esto, rogaban al Señor, postrados en tierra, que no volvieran a caer en semejantes males, sino que, si volvían a pecar alguna vez, El mismo los corrigiese con blandura y no los entregase a los blasfemos y bárbaros gentiles. El mismo día en que el templo había sido por los extranjeros profanado, ese mismo fue purificado, el día veinticinco del mes de Casleu. Con gran regocijo celebraron por ocho días la fiesta, al modo de la fiesta de los Tabernáculos, recordando cómo poco tiempo hacía hubieron de pasar la fiesta de los Tabernáculos en los montes y en las cavernas, a modo de fieras. Por lo cual, llevando tirsos, ramos verdes y palmas, cantaban himnos al que los había favorecido hasta purificar su templo. Y de común acuerdo dieron un decreto a toda la nación judía de celebrar cada año las mismas fiestas. Tal fue el fin de Antíoco, apellidado Epifanes. Ahora contaremos los sucesos de Antíoco Eupator, hijo del impío, compendiando las calamitosas guerras. Así que se hizo cargo del reino, puso al frente del gobierno a un cierto Lisias, general en jefe de la Celesiria y la Fenicia. Tolomeo, llamado Macrón, que se había distinguido por su amor a la justicia en el trato con los judíos, reparando las iniquidades que con ellos se habían cometido, procuraba tratarlos amigablemente. Mas por esto fue denunciado por los cortesanos ante Eupator, y a cada instante tenía que oír que le tachaban de traidor; pues habiendo dejado Chipre, que Filometor le había confiado, se había pasado al bando de Antíoco Epifanes. Desesperado, viendo que no podía desempeñar honrosamente su cargo, se envenenó." Por entonces Gorgias, nombrado general de aquellas provinciales mantenían tropas mercenarias y con frecuencia hostigaba a los judíos. Al mismo tiempo que él, los idumeos, dueños de fortalezas bien situadas, molestaban a los judíos, y, acogiendo a los huidos de Jerusalen, procuraban fomentar la guerra. Las tropas del Macabeo, después de hacer oración y pedir a Dios que viniese en su ayuda, acometieron las fortalezas de los idumeos;" y, atacándolas con vigor, se hicieron dueños de las plazas, rechazaron a cuantos sobre los muros combatían, degollaron a cuantos cayeron en sus manos y dieron muerte a no menos de veinte mil hombres. Habiéndose refugiado unos nueve mil en dos torres muy fuertes y bien abastecidas para resistir un largo asedio, el Macabeo dejó, para mantener el cerco, a Simón, a José y a Zaqueo, con bastante gente, y él se dedicó a luchar donde más urgencia había. Los de Simón, llevados de la avaricia, se dejaron comprar por dinero por algunos de los que en las torres estaban, recibiendo setenta mil dracmas por dejarlos escapar. Sabido esto por el Macabeo, reunió a los jefes del pueblo y los acusó de haber vendido a sus hermanos, dejando huir a sus enemigos, y como a traidores los hizo matar, apoderándose luego de las dos torres. Dio feliz término a esta empresa, matando a más de veinte mil en las dos fortalezas. Timoteo, el que antes había sido vencido por los judíos, juntó numerosa fuerza mercenaria, y, reunida la caballería de Asia en buen número, vino con el propósito de hacer la Judea presa de guerra. Al acercarse, las tropas del Macabeo se volvieron a Dios en oración, y, cubierta de polvo la cabeza y cenidos de saco los lomos, se postraron al pie del altar, rogando a Dios que se les mostrase propicio a ellos y hostil a sus enemigos, oponiéndose a los adversarios según las promesas de la Ley. Terminada la oración, empuñaron las armas, salieron de la ciudad e hicieron alto cuando estuvieron cerca del enemigo. Antes que del todo amaneciera vinieron a las manos; los unos tenían como prenda de feliz éxito y de victoria, a más de su valor, el recurso a su Dios; los otros iban al combate llevados de su pasión." En lo más duro de la pelea se les aparecieron en el cielo a los adversarios cinco varones resplandecientes, montados en caballos con frenos de oro, que, poniéndose a la cabeza, de los judíos y tomando en medio de ellos al Macabeo, le protegían con sus armas, le guardaban incólume y lanzaban flechas y rayos contra el enemigo, que, herido de ceguera y espanto, caía. Mataron veinte mil quinientos, y de los jinetes, seiscientos. El mismo Timoteo huyó a la fortaleza llamada Gazer, plaza muy guarnecida, donde mandaba Quereas. Las fuerzas del Macabeo, llenas de ardor, atacaron durante cuatro días la fortaleza. Los de dentro, confiados en la fuerza del lugar, los ultrajaban sin cesar y proferían palabras impías y jactanciosas contra los asediantes. Pero, al amanecer el quinto día, veinte jóvenes de los que seguían al Macabeo, encendidos sus ánimos por las blasfemias, se lanzaron valerosamente a la muralla y la escalaron con ánimo viril, matando a cuantos se oponían. Y otros tras ellos la escalaron igualmente en medio del desorden de los asediados, y, poniendo fuego a las torres y a las puertas, encendieron hogueras, en que quemaron vivos a los blasfemos. Francas las puertas, penetró el resto del ejército, se apoderó de la ciudad, dando muerte a Timoteo, que se había escondido en una cisterna; a su hermano Quereas y Apolofanes." Realizada esta hazaña, con himnos y alabanzas bendecían al Señor, que tan grandes cosas hacía por Israel, dándoles tan gran victoria.
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