II Reyes  18, 17-25

El rey de Asiría mandó desde Laquis a Ezequías al copero mayor con un fuerte ejército a Jerusalén. Pusiéronse en marcha, y cuando se acercaron a Jerusalén, hicieron alto en el acueducto del estanque superior, en el camino del campo del Batanero, y preguntaron por el rey. Vino entonces Eliaquín, hijo de Helcías, mayordomo del rey, con Sobna, el secretario, y Joaj, hijo de Asaf, cronista;" y el copero mayor les habló, diciendo: “Decid a Ezequías: Así habla el rey grande, el rey de Asiría: ¿Qué confianza es esa que manifiestas? ¿Crees tú que las meras palabras son prudencia y fuerza para la guerra? ¿En quién realmente confías para querer rebelarte contra mí? ¿Confías en Egipto, en esa caña rota que pincha y hiere la mano de quienquiera que en ella se apoya? Así les sucede con el Faraón, rey de Egipto, a cuantos confían en él. Y si me decís: Confiamos en Yahvé, nuestro Dios, ¿no ha hecho desaparecer Ezequías sus altos y sus altares, diciendo a Judá y a Jerusalén: Ante este altar de Jerusalén habéis de ofrecer? Haz, pues, un convenio con mi señor el rey de Asiría, y yo te daré dos mil caballos, si estás en condiciones para proveerlos de caballeros. ¿Cómo podrás resistir ni a un solo jefe de los menores entre los siervos de mi señor? ¿Confías en que Egipto te mandará carros y caballeros ? Y, además, ¿ha sido sin la voluntad de Yahvé como he subido yo a este lugar para destruirlo ? Es Yahvé quien me ha dicho: Sube contra esa tierra y destruyela.”
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