Genesis 24, 15-25

Y sucedió que, antes que él acabara de hablar, salía con el cántaro al hombro Rebeca, hija de Batuel, hijo de Melca, la mujer de Najor, hermano de Abraham. La joven era muy hermosa y virgen, que no había conocido varón. Bajó al pozo, llenó su cántaro y volvió a subir. Salióle al encuentro el siervo, y le dijo: “Dame, por favor, a beber un poco de agua de tu cántaro.” “Bebe, señor mío,” le contestó ella, y, bajando el cántaro, lo tomó con sus manos y le dio a beber. Cuando hubo él bebido, le dijo: “También para tus camellos voy a sacar agua, hasta que hayan bebido lo que quieran.” Y se apresuró a vaciar el cántaro en el abrevadero, y corrió de nuevo al pozo a sacar más agua, hasta que hubo sacado para todos los camellos. El hombre la contemplaba en silencio y se preguntaba si había prosperado Yahvé su camino o no. Cuando hubieron acabado de beber los camellos, tomó el siervo un arillo de oro de medio siclo de peso y dos brazaletes de diez siclos, también de oro, y, dándoselos, le preguntó: “¿De quién eres hija tú? Dime, por favor, si no habría lugar en casa de tu padre para pasar allí la noche. Ella contestó: “Soy hija de Batuel, el hijo que Melca dio a Najor.” Y añadió: “Hay en nuestra casa paja y heno en abundancia y lugar para pernoctar.”
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