Genesis 39, 1-12

Entretanto, a José, que había sido llevado a Egipto y comprado a los ismaelitas por Putifar, ministro del faraón y jefe de la guardia, egipcio, le protegió Yahvé, siendo afortunado mientras estuvo en la casa de su señor el egipcio, el cual vio que Yahvé estaba con él, y que todo cuanto hacía, Yahvé lo hacía prosperar por su mano. Halló, pues, José gracia a los ojos de su señor, y le servía a él. Hízole mayordomo de su casa, y puso en su mano todo cuanto tenía. Bendijo Yahvé por José a la casa de Putifar, y derramó Yahvé su bendición sobre todo cuanto tenía en casa y en el campo, y él lo dejó todo en mano de José y no se cuidaba de nada, a no ser de lo que comía. Era José de hermosa presencia y bello rostro. Sucedió después de todo esto que la mujer de su señor puso en él sus ojos, y le dijo: “Acuéstate conmigo.” Rehusó él, diciendo a la mujer de su señor: “Cuando mi señor no me pide cuentas de nada de la casa y ha puesto en mi mano cuanto tiene, y no hay en esta casa nadie superior a mí, sin haberse reservado él nada fuera de ti, por ser su mujer, ¿voy a hacer yo una cosa tan mala y a pecar contra Dios?” Y como hablase ella a José un día y otro día, y ni la escuchase él, negándose a acostarse con ella y aun a estar con ella, un día que entró José en la casa para cumplir con su cargo y no había nadie en ella, le agarró por el manto, diciendo: “Acuéstate conmigo.” Pero él, dejando en su mano el manto, huyó y se salió fuera.
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