Isaías 37, 4-17

Quizá Yahvé, tu Dios, oiga las palabras de Rabsaces, mandado por el rey de Asiría, su señor, para insultar al Dios vivo, y castigue por las palabras que oyó Yahvé, tu Dios. Elévale una súplica por este resto que aún subsiste. Los servidores del rey Ezequías fueron a Isaías, y les dijo Isaías: Así hablaréis a vuestro señor: Así habla Yahvé: No te asusten las palabras que acabas de oír, con las cuales los lacayos del rey de Asiría me han ultrajado. He aquí que yo le voy a infundir un espíritu tal, que, en recibiendo cierta noticia, se volverá a su tierra, y le haré caer al filo de la espada en su propia tierra. Volvióse Rabsaces y halló al rey asediando a Libna, pues supo que se había retirado de Laquis, Y oyó una noticia acerca de Tirhaqa, rey de Etiopía, en la que decían: Ha salido a luchar contra ti, y al oírla envió mensajeros a Ezequías, diciendo: Así habréis de hablar a Ezequías, rey de Judá: Que no te engañe tu Dios, en quien confías, diciendo: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiría. He aquí que tú has oído lo que hicieron los reyes de Asiría a todos los países, exterminándolos, y ¿ahora vas a salvarte tú? ¿Acaso les salvaron los dioses de las naciones que exterminaron mis padres, a Gosán y a Jarran, a Resef y a los hijos de Edén, que están en Telasar? ¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arpad y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Hiwah? Ezequías recibió la carta de manos de los mensajeros, y, luego de leerla, subió al templo de Yahvé, y, desplegándola ante Yahvé, le dirigió esta plegaria: ¡Oh Yahvé, Dios de Israel, que te sientas entre los querubines! Tú eres el solo Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. Inclina tus oídos, ¡oh Yahvé! y oye. Abre, ¡oh Yahvé! tus ojos y mira. Oye todas las palabras que me dirige Senaquerib para escarnecer al Dios vivo.
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