Romanos  7, 7-11

¿Qué diremos entonces? ¿Que la Ley es pecado? ¡Eso, no! Pero yo no conocí el pecado sino por la Ley. Pues yo no conocería la concupiscencia si la Ley no dijera: “No codiciarás.” Mas, con ocasión del precepto, obró en mi el pecado toda suerte de concupiscencia, porque sin la Ley el pecado está muerto. Y yo viví algún tiempo sin ley, pero sobreviniendo el precepto, revivió el pecado y yo quedé muerto, y hallé que el precepto, que era para vida, fue para muerte. Pues el pecado, con ocasión del precepto, me sedujo y por él me mató.
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