Sabiduría 16, 20-29

En lugar de esto proveíste a tu pueblo de alimento de ángeles, y sin trabajo les enviaste del cielo pan preparado, que, teniendo en sí todo sabor, se amoldaba a todos los gustos. Y ese alimento tuyo mostraba tu dulzura hacia tus hijos, ajustándose al deseo de quien lo cogía, y se acomodaba al gusto que cada uno quería. La nieve y el hielo soportaban el fuego sin derretirse, para que conociesen que los frutos de los enemigos los destruía el fuego, encendido por la tempestad y que fulguraba en medio de la lluvia. Y para que de nuevo se alimentasen los justos, se olvidaba de su propia naturaleza. Pues la creación, sirviéndote a ti, que la hiciste, despliega su energía para atormentar a los malos y la mitiga para hacer bien a los que en ti confían. Por esto, amoldándose a todo, servía a tu generosidad universal, nodriza de todos, según la voluntad de los necesitados. Para que aprendan, Señor, tus amados hijos que no tanto la producción de los frutos alimenta al hombre cuanto tu palabra, que conserva a los que creen en ti. Pues lo que resistía a la acción del fuego, al punto se derretía calentado por un tenue rayo de sol;" para que a todos sea manifiesto que es preciso anticiparse al sol para darte gracias y salirte al encuentro, a la aparición de la luz. Pues la esperanza del ingrato se derrite como el hielo y se derrama como agua inútil.
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