Salmos 18, 8-39

Conmovióse y tembló la tierra, vacilaron los fundamentos de los montes, se estremecieron ante Yahvé airado. Subía cíe sus narices humo, y de su boca fuego abrasador, carbones por El encendidos. Abajó los cielos y descendió, negra nube tenía bajo sus pies. Subió sobre los querubes y voló; voló sobre las alas de los vientos." Hizo de las tinieblas un velo, formando en torno * a sí su tienda: calígine acuosa, densas nubes. Ante el resplandor de su faz, las nubes se deshicieron: granizo y centellas de fuego. Tronó Yahvé desde los cielos, el Altísimo hizo sonar su voz. Lanzóles sus saetas y los desbarató, fulminó rayos y los consternó. Y aparecieron arroyos de aguas, y quedaron al descubierto los fundamentos del orbe ante la ira increpadora de Yahvé, ante el soplo del huracán de su furor. Y extendió desde lo alto su mano, y me cogió, me sacó de la muchedumbre de las aguas. Me arrancó de mi poderoso enemigo, de los que me aborrecían y eran más fuertes que yo. Querían asaltarme en día para mí fatal, pero fue Yahvé mi fortaleza y me sacó a lugar holgado, salvándome, porque se agradó en mí. Me ha remunerado Yahvé según mi justicia, conforme a la pureza de mis manos me ha pagado. Porque yo he guardado los caminos de Yahvé, y no me había impíamente apartado de mi Dios, pues tenía ante mí todos sus juicios y no apartaba de mí sus estatutos, sino que con El fui íntegro y me guardé de la iniquidad. Y me retribuyó Yahvé conforme a mi justicia y según la limpieza de mis manos a sus ojos. Con el piadoso muéstrase piadoso, íntegro con el íntegro, sincero con el sincero, y sagaz con el perverso astuto. Pues tú salvas al humilde y humillas los ojos altaneros. Pues tú haces lucir mi lámpara, joh Yahvé! tú, mi Dios, que iluminas mis tinieblas. Gracias a ti puedo embestir a un tropel (de enemigos); y con mi Dios traspaso la muralla." Irreprochable es el camino de Dios, acrisolada es la palabra de Yahvé. Porque ¿qué Dios hay fuera de Yahvé? ¿Qué roca fuera de nuestro Dios? Es el Dios que me ciñó de vigor e hizo irreprochable mi camino;" que me igualó mis pies a los del ciervo y me ha reafirmado sobre las alturas;" que adiestró mis manos para la batalla y mis brazos para entesar el arco de bronce. Tú me entregaste tu salvador escudo, tu diestra me fortaleció y tu solicitud me engrandeció. Me hacías correr a largos pasos, sin que se cansaran mis rodillas. Perseguía a mis enemigos, y los alcanzaba, y no volvía sin haberlos desbaratado. Los machacaba sin que pudieran resurgir; caían bajo mis pies."
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