Job  41, 1-26

* »¿Puedes capturar al Leviatán* con un anzuelo o poner un lazo alrededor de su quijada? ¿Puedes atar su nariz con una cuerda o atravesar su boca con una estaca? ¿Te rogará misericordia o suplicará compasión? ¿Querrá trabajar para ti y ser tu esclavo toda la vida? ¿Puedes hacer de él una mascota, como con un pájaro, o darlo a tus niñas para que jueguen con él? ¿Intentarán los mercaderes comprarlo para venderlo en sus carpas? ¿Será herida su piel por las lanzas o su cabeza por un arpón? Si le pones la mano encima, te dará una batalla que no olvidarás. ¡No volverás a intentarlo! * Es inútil tratar de capturarlo; el cazador que lo intente será derribado. Y como nadie se atreve a molestarlo a él, ¿quién podrá hacerme frente a mí? ¿Quién me ha dado algo para que tenga que pagárselo? Todo lo que hay debajo del cielo es mío. »Quiero hacer hincapié en las extremidades del Leviatán, en su enorme fuerza y en su apariencia tan llena de gracia. ¿Quién puede quitarle la piel, y quién puede penetrar su doble capa de armadura?* ¿Quién podría abrir sus mandíbulas a la fuerza? ¡Sus dientes dan terror! Sus escamas son como hileras de escudos fuertemente selladas. Están tan apretadas que el aire no puede pasar entre ellas. Cada escama está fuertemente pegada a la siguiente; están entrelazadas y nada puede traspasarlas. »Cuando estornuda, ¡lanza destellos de luz! Sus ojos son como el rojo del amanecer. De su boca saltan relámpagos; destellan llamas de fuego. Humo sale de sus narices como el vapor de una olla calentada al fuego hecho de juncos. Su aliento podría encender el carbón, porque de su boca salen llamaradas. »La tremenda fuerza del cuello del Leviatán infunde terror dondequiera que va. Su carne es dura y firme y no se puede traspasar. Su corazón es duro como la roca, duro como piedra de molino. Cuando se levanta, los poderosos tienen miedo; el terror se apodera de ellos. No hay espada que pueda detenerlo ni lanza, ni dardo, ni jabalina.
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